El debate se intensifica. Por ahora está en manos de los especialistas, de los arquitectos y urbanistas, pero cobra forma, porque los ciudadanos entienden a la perfección lo que se juega la ciudad de Barcelona en el futuro. El crecimiento económico y las oportunidades profesionales se podrán garantizar, dicen algunos, si se logra crear distintos polos de innovación tecnológica en los que todo esté a mano. Se habla de sinergias, de la necesidad de que haya hospitales y centros de investigación, universidades y empresas relacionadas con el sector sanitario. Todo ello produce un efecto multiplicador que beneficia al conjunto de los ciudadanos. Pero también se considera que los tractores económicos deben estar repartidos por todo el territorio, en la propia ciudad, y en el área metropolitana.

Lo ha señalado el arquitecto Vicente Guallart en una entrevista en Metrópoli. Guallart fue el arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona en la etapa de Xavier Trias como alcalde, entre 2011 y 2015. De su equipo es producto el proyecto octogonal para los autobuses, que, a su juicio, se quedó a mitad de camino. Guallart considera que el desequilibrio en Barcelona es enorme, porque muchas zonas no cuentan “ni con tractores económicos globales ni metropolitanos”. Y señala el distrito de Nou Barris, como uno de los olvidados, a pesar de que ha sido, históricamente, uno de los que más atención ha recibido por parte del consistorio.

Sin embargo, una cosa es la urbanización pública, la inversión en centros cívicos y plazas duras, y en equipamientos, desde bibliotecas a centros de salud primaria, y otra es la generación de oportunidades, que puede impulsar la administración pública, pero, principalmente, el sector privado. Y la apuesta por determinados centros de la ciudad, sea la parte sur de la Diagonal o el distrito del 22@ en Poble Nou, ha dejado otras partes de la ciudad algo olvidadas.

Una ciudad se cohesiona si hay mezcla de usos. Eso, que es un discurso compartido, no se acaba de implementar. Lo defiende el PSC de Barcelona, y también ERC, llamados a gobernar en coalición en los próximos meses. También JxCat, si atendemos a las propias palabras de Guallart, que fue el referente de Trias en su periodo como alcalde. Pero esa idea sólo ha quedado clara en el Eixample, aunque ya se verá cómo evoluciona, con la presión cada vez más aplastante, del turismo.

Porque la idea es buena, es necesaria. En la ciudad se puede y se debe vivir y trabajar, y tener acceso al ocio y a la cultura. Se puede y se debe tener oportunidades profesionales, sin necesidad de especializar determinadas zonas para un único uso. Está claro que lo complicado llega luego, y que la propia idea no es compartida por todos. El ejemplo que se quiere seguir –quizá de boquilla, porque queda bien—es el de Viena, una ciudad que se ha negado, desde hace más de cien años, a que haya segregación social en función del lugar de residencia. ¿Mezcla de usos y de gentes? Ese sería el ideal de una ciudad, de hecho, la ciudad significa eso: mezcla, convivencia.