Pasó y fue un éxito. Barcelona jugó fuerte por mantener en Catalunya la Fórmula 1 y el resultado excepcional. Madrid estará a punto en 2026 y en 2026 caduca la concesión de la Fórmula 1 para Catalunya. No podemos quedarnos aquí, hemos de seguir en este pulso que todo augura que no será fácil.

Más de 38.000 personas se agolparon en el paseo de Gràcia para ver el espectáculo. Nada que ver con los más de 284.000 que acuden un fin de semana a Montmeló para ver una carrera, que son atendidos por más de 15.000 trabajadores que dan sus servicios en un fin de semana, además de los 1.680 empleos a tiempo completo que genera. Dicen que solo trae turismo la Fórmula 1, pero les digo que bendito sea. Según los últimos datos, el 20% de los productos que consumen ese cuarto de millón de asistentes son del Vallès Oriental y un 70% del resto de Catalunya mientras que la hostelería de la comarca vallesana cuelga el cartel de completo y la barcelonesa disfruta de altas cuotas de ocupación.

No son números baladí, pero tienen que ir acompañados de una buena gestión y esto no siempre ha sido así. No estaría de más que el nuevo gobierno de la Generalitat aplicara criterios empresariales y evitara que hablar de Circuito fuera equivalente a hablar de deuda. Hay que ocupar las instalaciones con actividades y superar los casi 700.000 visitantes anuales.

Jaume Collboni consiguió su objetivo. Enviar una imagen al mundo de ciudad cosmopolita donde se conjugan sin rubor el deporte y la cultura. Las imágenes valen más que mil palabras. Y de fondo una afición entusiasmada. Los enfadaditos también estuvieron. Unos 400 siendo generosos pidieron la dimisión del alcalde porque consideran que el acto rompe la lucha contra el cambio climático. Todo un exceso sin duda al que estamos acostumbrados. Esta pasada semana ha estado plagada de excesos. El PP rasgándose las vestiduras sobre la financiación autonómica que discuten ERC y PSC cuando el 2012 hablaba de financiación singular. Marta Vilalta, Marta Rovira o Josep Maria Jové pidiendo una renovación de la cúpula de ERC, léase que Junqueras se vaya a su casa, sin darse cuenta de que ellos llevan toda su vida en la dirección. Rovira sigue en ella y no ha abierto la boca para descartarse de la presidencia de ERC, Vilalta lleva desde 2012 de diputada y Jové ya estaba en el tripartito en 2003.

Es la nueva versión de consejos doy, pero para mí no tengo. Igual que los manifestantes en la demostración de fuerza de Barcelona. Dicen defender la lucha contra el cambio climático mientras les importa un colín todos los ciudadanos y ciudadanas que viven del deporte del motor. Y les importa un colín que su líder Ada Colau siga desaparecida y sin dar un palo al agua en el ayuntamiento. Eso va contra la ética y es una indignidad. Siempre hay un verbo que se puede conjugar: dimitir.

Collboni ha ganado y ha puesto Barcelona en el mapa. Debe seguir trabajando para hacer de Barcelona una ciudad más limpia y eso incluye las patochadas sin sentido que hizo el anterior gobierno como el carril bici de la Via Augusta, agradable para vivir, y para convivir, pero también para hacer una ciudad agradable para trabajar. Y para eso, aunque los enfadaditos no lo vean, debe crearse trabajo.