Otros han hablado antes del asunto, poco diré que no sepan. Ya conocen la historia. Aparecen unos carteles con la fotografía de Pasqual y Ernest Maragall con el lema "Fora l’Alzheimer de Barcelona" durante la campaña de las últimas elecciones municipales. ERC acusa a los partidos que llaman 'unionistas' de esta canallada. El señor Maragall, Ernest, presenta una denuncia en los juzgados, como debe ser. Meses después, el señor Maragall, Ernest, retira la denuncia, discretamente. Hace unos días, el diario Ara denuncia que fue un militante del partido quien mandó imprimir esos carteles. 

No sólo eso, hay más. La empresa que los imprimió era una de esas "empresas afines" a ERC. El dinero procedía de las arcas del partido. Estaban al tanto, o eran directamente instigadores y ejecutores, los señores Tolo Moya, un jefe de comunicación del partido, Sergi Sabrià, viceconseller hasta hace un par de días, recién dimitido, Marc Colomer, exdirector de la ANC y un etcétera que asoma poco a poco. También descubrimos que el señor Maragall, Ernest, retiró la denuncia cuando supo que la infamia provenía de su propio partido, hace unos meses. Guardó silencio entonces y hasta ahora, cuando la noticia sale a la luz. Y sale, damas y caballeros, porque la mierda flota. 

El partido se apresura a "iniciar una investigación" y "depurar responsabilidades", ahora, no cuando se enteró de lo que había pasado. El señor Tolo Moya amenaza con "tirar de la manta" si le perjudican. ¡Que tire de la manta! ¡Que tire! No sé qué más habrá pasado entre cuando escribo esto y cuando ustedes lo lean, pero seguro que nada bueno. ERC está en descomposición y corren todos de aquí para allá como gallinas descabezadas o apuñalándose entre sí. Sepan que el gobierno de España, el de la Generalitat de Catalunya y el del Ayuntamiento de Barcelona dependen de ERC. Socorro. 

Mientras tanto, el señor Maragall, Ernest, publica una nota en la que defiende la "indudable honestidad" de su partido. Tela, la indudable honestidad. Tela. Ahora imagínese, por un momento, que su hermano, su padre, su madre o alguien muy próximo a usted tenga Alzheimer, Dios no lo quiera, y le vengan con el cartelito. No sé ustedes, pero yo monto un pollo tremendo y me quedo bien a gusto.

Todo esto es repugnante. Considero que el señor Maragall, Ernest, cuando ha tenido responsabilidades públicas, ha sido un gestor mediocre en el mejor de los casos y me manifiesto contrario a muchas de sus ideas. Pero, ¡por favor! ¡Así no! Argumentad contra su discurso, criticad su gestión, discutid, pero no vayáis por ahí.

Siento la misma repugnancia por quienes atacaban a su hermano, Pasqual, haciendo correr el rumor de su afición a la botella. El antiguo alcalde de Barcelona hizo cosas muy bien y otras nada bien, pero eso no daba derecho a nadie a ser mezquino y mala persona. Eso sí, de moral y de ética ahora hablaremos nosotros, decían los que propagaban los rumores. Ya ven qué ética y qué moral. 

Tampoco se librarán de mi señalamiento quienes atacaban y atacan a la señora Colau argumentando que es gorda, fea o tiene tal o cual preferencia sexual. Qué me importa a mí eso. Merecen mi desprecio. Por si preguntan, no me gusta la política de la señora Colau y me cae antipática, pero intento argumentar por qué no me gusta lo que hace y si me cae mal, me aguanto. Las babas hediondas del odio convertidas en un ataque personal no deberían formar parte de la política.

No sigo. Me asquean estas cosas. Mientras unos juegan a ver quién es más moralmente infecto, el coste medio del alquiler de una vivienda en Barcelona ha superado los 1.200 euros al mes. El coste del alquiler en la ciudad se ha doblado (sic) en los últimos 10 años y ha aumentado un 15% desde que se publicó la ley que pretendía rebajar ese coste. Los servicios sociales de Barcelona han fallado estrepitosamente en un caso que ha acabado en doble suicido causado por un inminente desahucio, lo que me lleva a recordar que seguimos siendo la ciudad de España en la que se ejecutan más desahucios. Etcétera.

También podríamos hablar de sanidad, de educación, de cultura y de muchas cosas más, pero creo que con el ejemplo de la vivienda ya vale. A qué ha llegado la política que acudimos a las mayores vilezas por no saber cómo afrontar los problemas de verdad. Luego, cuando afrontemos las consecuencias, todo será llanto y crujir de dientes.