Entre los días 22 y 25 de este mes, setenta directores del Instituto Cervantes en todo el mundo se reunirán en Barcelona por primera vez. Acogidos por el Ayuntamiento, sin coste alguno, intercambiarán experiencias y puntos de vista gracias a un convenio firmado por el alcalde de Barcelona y el director del Instituto Cervantes, el poeta Luis García Montero. El objetivo es desarrollar una serie de proyectos conjuntos que muestren la diversidad cultural de la ciudad. La ciudad que retrató Don Quijote con su célebre párrafo: “Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única”. La Barcelona donde lo estudiaron y divulgaron ilustres catedráticos cervantistas como Martín de Riquer, Francisco Rico y Ernesto Carratalá, en paz descansen.

Con este convenio, Barcelona eclipsa la censura y el boicot a un congreso sobre Cervantes en la Universitat de Barcelona que protagonizaron un grupo de independentistas fascistas y agresivos. Pero por muchos congresos sobre Cervantes que se celebren, la relación de Barcelona con Cervantes y don Quijote siempre ha sido contradictoria, a menudo injusta y hasta cruel.  Así, mientras el Caballero de la Triste Figura se deshacía en elogios a la ciudad, la realidad es que: “Los muchachos lo seguían, escarnecían y cercaban propinándole sosquinas y chasqueándole el colodrillo, que era cosa de echarse a llorar de pena, porque si vestido de armas causaba espanto y risa, con su balandrán causaba tal tristeza que los niños que lo vejaban se reían por no llorar”, tal y como señaló Andrés Trapiello en su novela Tras la muerte de don Quijote (Destino, 2004).


     
Coincidía el también experto en Cervantes con Isaac Asimov en su tratado El Quijote (Ediciones Bruguera, 1987). A ambos les dolían “aquellos señores que lo tuvieron en su casa, sin más propósito que el de ponerle en el disparadero y entretener a sus aburridas damas con sus penosos donaires, que hasta le colocaron, como si fuera un sambenito, un cartel en la espalda que despertó en todos los que lo vieron burlas y escarnios. Era el hazmerreír de La Mancha, de su estirpe y memoria… Y que los muchachos del lugar le sigan en procesión y le pitorreen y coreen, llamándole de todo, y le suelten cantazos como a perro comido por la sarna”.


Pese a todo, “Barcelona es la ciudad más cervantina”, afirmó Collboni en la presentación de las jornadas. García Montero ha recordado que “para el Instituto es muy importante estar en Barcelona y recordar que la cultura española está llena de riqueza y diversidad, y orgullosa de su pluralidad de lenguas”. El aparato informativo del Ayuntamiento se apresuró destacar que todo ello no implicará ninguna transferencia de recursos económicos ni de gastos. Lo cual, además de poner otra vez a Barcelona en el centro de la historia quijotesca, tiene el valor añadido de agradar a la tradicional tacañería municipal en lo que a cultura se refiere.