El equipo de gobierno de Jaume Collboni se ha puesto las pilas. Después de un año de mandato, ha decidido mostrar sus cartas en Ciutat Vella, el gran problema que se dibuja en la ciudad de Barcelona. La presión turística, la densidad de población, una especialización en el comercio, orientado al turista y una fuerte presencia del negocio hotelero, marcan un distrito que pide respuestas inmediatas a corto plazo y una estrategia clara a largo plazo. El Comisionado para Ciutat Vella, Ivan Pera, ha dibujado un plan que supondrá una inversión de 228 millones de euros a lo largo de este mandato. De ellos, 225 serán para inversión, y los otros tres se destinarán a reforzar políticas sociales y de prevención.
¿Suficiente? No se trata tanto del total de las inversiones como de poner en el centro el necesario diálogo entre todos los implicados. Ivan Pere, que ha sido paciente, --se debía elaborar un plan ambicioso, mientras se esperaba un posible socio de gobierno, que todavía no se ha concretado—ha querido superar el gran problema de los mandatos anteriores de la alcaldesa Ada Colau. ¿Se pueden abordar las heridas que se abren en la ciudad sin contar con todos los implicados? Ivan Pere cree que se generaron enfrentamientos entre sectores porque no se quiso escuchar, y ahora se ha querido rectificar, hablando con entidades y actores con los que se desea generar un clima de confianza.
Los que ya se han opuesto son, precisamente, los que se empeñaron en hacer las cosas a su manera. Los responsables de los comunes, como los ex concejales Gala Pin y Jordi Rabassa, ya se han pronunciado en contra de ese pacto, que ampara el gobierno municipal de Jaume Collboni, como señalaron en un artículo en El Periódico. Son dos formas de entender la ciudad. Lo que busca Collboni, con el comisionado Ivan Pera, es rehacer los lazos, recoser todo lo que se ha destrozado, y recuperar una parte de la ciudad para el conjunto de los ciudadanos.
Las ciudades globales cada vez tienen más dificultades para encontrar un equilibrio entre los sectores que ejercen de motores económicos y las propias vidas de los vecinos. Una de las conclusiones a las que llegan muchos consultores, desde el sector inmobiliario, o el hotelero, o, en general, por parte de muchos inversores, es que el centro de la ciudad se deberá ‘sacrificar’. ¿Qué zonas? Ciutat Vella siempre está en el centro del debate, y también buena parte del Eixample.
Si el turismo y los llamados nómadas digitales invaden la ciudad, generando actividad económica, se pueden adoptar dos medidas: o una restrictiva –el fin de las licencias de pisos turísticos, medida que ha tomado Jaume Collboni, en el horizonte de 2029—o una cierta resignación, a la espera de generar un parque de vivienda pública y libre asequible, que sólo se podrá lograr a medio plazo.
Sin embargo, la convicción es que zonas como Ciutat Vella lo tendrán mal. La capacidad de atracción es tan grande que no se podrá limitar en exceso el uso por parte de turistas y de profesionales con altos ingresos. El plan del equipo de Collboni es trabajar en cuatro ámbitos: personas, espacio público, económica y vínculos. La buena voluntad nadie la pone en duda. Pero los intereses contrapuestos son muy grandes. Los hoteleros mandan, tienen fuerza. Y esa idea de promover una oferta de mayor calidad, lo que implica una selección, no es tan fácil, y, además, es discutible desde un punto de vista ético y político.
La realidad es la que es. Según el propio consistorio, el 77% del sector servicios es hostelería, con 226 hoteles, que se traduce en el 31% del total de hoteles en Barcelona. Y el 44,1% de la economía se basa en el comercio y en la hostelería. Lo que puede hacer el Ayuntamiento es promover, con incentivos, una oferta de calidad. Pero, a pesar de la voluntad, es complicado ir en contra de una dinámica de mercado.
El verbo ‘sacrificar’ es un tabú. Es cierto que en épocas pasadas el Ayuntamiento de Barcelona fue capaz de transformar barrios enteros. El Raval es un ejemplo, con la construcción de la Rambla del Raval, que esponjó buena parte del distrito. Pero hoy, en una ciudad ya plenamente global, es mucho más difícil esa nueva transformación.
El equipo de Jaume Collboni quiere emplearse a fondo. Existe la voluntad, y las ganas de establecer acuerdos. Es un buen principio, pese a las dificultades.