El Ayuntamiento de Barcelona acaba de anunciar que eliminará los arcos situados en la Diagonal que señalaban que los carriles centrales eran reversibles, es decir, que en unas ocasiones servían para circular en el sentido de salida de la ciudad y en otras indicaban que eran de entrada. En realidad, estas señales no se utilizaban desde el año 2019, de modo que su eliminación no representa ningún tipo de incordio para el tráfico.

Hecho el anuncio, hace casi un mes, los arcos siguen en la Diagonal. El consistorio (como hacen todas las administraciones públicas) se ha concedido graciosamente un plazo amplio para desmontar las estructuras, diseñadas en su día por Santiago Calatrava. Si no se tienen en cuenta sus costes, algunas obras de este arquitecto son muy interesantes. No es el caso de las piezas de la Diagonal, de modo que parece razonable el anuncio del Ayuntamiento de guardar una, a modo de recuerdo, pero prescindir del resto una vez hayan sido desmanteladas.

Es de esperar que, una vez eliminadas, se proceda también a retirar los indicadores que las anuncian y que llevan ya cinco años siendo un elemento parasitario e inútil. Hay varias. Dos de ellas, casi juntas en la confluencia de la Avenida de la Diagonal con Gregorio Marañón. Son paneles con tres flechas que indican que el sentido del tránsito puede variar en función de las necesidades. Pero no es verdad.

Estas señales no servían para nada porque la reversibilidad no se utilizaba, pero nadie había pensado en retirarlas. Ahora sirven para menos, porque la nueva distribución de la calzada, recién pintada y adaptada, imposibilita la reversión, pero ahí siguen a la espera de que alguien del consistorio repare en su inútil existencia. Aunque, claro, elementos (urbanos y humanos) inútiles hay tantos que unos pocos más no importan. Y es que los errores de las administraciones públicas carecen de consecuencias. En el peor de los casos, si un ciudadano se siente perjudicado, puede acudir a los jueces y estos, con criterios difíciles de entender para el profano que sí debe cumplir las leyes, condenará a la institución. Es decir, a todos, incluido el ciudadano perjudicado, de modo que los responsables del asunto (cargos electos y funcionarios) no sienten excesiva preocupación por las consecuencias de sus actuaciones o de su pasividad. Otra cosa sería si no se condenara a la Administración sino al (o a los) directamente responsable de la negligencia.

Estos carriles operaban a veces en coordinación con el Servei Català de Trànsit del Gobierno catalán. Se comprende perfectamente que no estuvieran operativos. Este servicio lo dirige aún Ramon Lamiel, responsable de que las autopistas catalanas vivan un colapso constante, tras haber tomado diversas medidas que han conseguido reducir drásticamente el número de kilómetros de vías rápidas en Catalunya. ¿Que se llenan? Se reduce la velocidad. ¿Que hay accidentes? Se reduce la velocidad. ¿Que no se sabe qué hacer? Se reduce la velocidad. Es la política del recorte aplicada a las carreteras.

Lamiel es uno de esos casos paradigmáticos que parecen confirmar el principio de Peter, aquel que dice que un mando es siempre promocionado hasta alcanzar su nivel de incompetencia. Su curriculum parece un ejemplo para los defensores de la meritocracia, pero no. Licenciado en Biología, trabajó de pintor, peón caminero, visitador médico y enólogo, antes de pillar la primera nómina pública, en 1992. Así hasta hoy. Ha trabajado en Medio Ambiente para el Ayuntamiento de Mollet; como inspector para la Agencia de Residus de Catalunya; en políticas de urbanismo y derechos civiles y de la mujer, para el Ayuntamiento de Barcelona, antes de convertirse en gerente de Servicios sociales y de Personas discapacitadas, también en Barcelona. Algunos de los que lo sufrieron sostienen que allí fue tan operativo como en la gestión del tránsito. Su trayectoria, como puede apreciarse, le dirigía directamente hacia su cargo actual. Y los futuros, que pueden ser los que sean, con tal de que la nómina siga siendo pública.

Tal vez debería de recuperarlo el consistorio barcelonés (si Salvador Illa no le encuentra nada mejor) y nombrarlo director de los pórticos de la Diagonal y de las señales indicativas pertinentes. Al paso que va su retirada, el sueldo ya le alcanza hasta la jubilación.