Ya se habrán enterado. Los diputados de Junts votaron en contra de una propuesta del Sindicato de Inquilinos (Sindicat de Llogateres) para regular los alquileres de temporada. Sus razones son espúreas, puro bla, bla, bla. Ni siquiera han intentado modificar el articulado de la propuesta. Queda meridianamente claro que han ido a joder. Así lo han reconocido sus líderes por activa y por pasiva. Luego está el interés en el sector inmobiliario de algunos de sus diputados, pero eso no habrá influido, ¿verdad?
Lo más sorprendente de este hecho no es la estupidez con que actúa Junts. Ésa ya nos la sabíamos. Uno puede fiarse de ellos lo mismo que de un chimpancé borracho empuñando una pistola cargada. Lo sorprendente es que todavía se sorprenda alguien de sus actuaciones esperpénticas. Entre la izquierda española, pero singularmente también entre la izquierda catalana, todavía hay tontos que creen que el chimpancé dejará de hacer el mono si le dan un caramelo.
Pero es lo que hay. Con estos mimbres hay que tejer el cesto del gobierno. Eso pasa en las Cortes Generales, en el Parlament de Catalunya y en las sesiones plenarias del Ayuntamiento de Barcelona. En las tres instituciones dicen gobernar los socialistas. En las tres, andan los chimpancés borrachos pidiendo caramelos y así ya me dirán quién gobierna. Desde luego, así ya me dirán quién pone freno y busca una solución al problema de la vivienda.
El señor Illa reparte caramelos a discreción, con la vana esperanza de que alguien le deje gobernar y ponerse a ello. Acude mucho a misas y hace la pelota a los monjes de Montserrat, sin mentar su historial de abusos de menores. ¿Confiará en la intercesión de la Moreneta? Pues va fino. También recibe al jefe de la mafia en palacio, al expresidente de Banca Catalana. Quizá haga como Bonasera en la primera escena de El Padrino, qué sé yo. Lo que tengo por cierto y seguro es que decepciona a sus votantes a marchas forzadas, pero no conseguirá domesticar a los chimpancés.
Me consuela saber que el señor Collboni, que se encuentra en una tesitura semejante, ha renunciado a la ayuda del Altísimo y seguirá sin incluir la misa de la Mercè entre los actos oficiales de la Fiesta Mayor de Barcelona. El párroco le ha respondido que ya tocará a muertos cuando toque enterrar a las autoridades, tal cual. Sancho, ¡con la Iglesia hemos topado! Qué buen rollo.
Claro que otro gallo cantaría en las relaciones con la Iglesia y el problema de la vivienda si recordásemos a Mendizábal y la Desamortización, que consideró la expropiación forzosa de las propiedades en «manos muertas». En su día, la Iglesia condenó a la excomunión a los liberales que apoyaron la ley y a quienes comprasen las tierras. Para evitar problemas después de muertos, los grandes propietarios compraron los terrenos a través de intermediadores y testaferros. Pagando, hasta consigues que sean otros los que vayan al infierno por ti.
En Barcelona y alrededores, los últimos alcaldes socialistas iniciaron la construcción de 11.000 viviendas públicas. Desde entonces, poco o casi nada se ha hecho en el Ayuntamiento. Los gobiernos de Trias y Colau acumulan quizá 4.000 viviendas más en doce años. La Generalitat de Catalunya, que ha tenido todo este tiempo competencias plenas para construir la vivienda pública que le hubiera dado la gana, no ha hecho prácticamente nada. El año pasado se construyeron 901 viviendas de protección oficial en Barcelona, casi todas promovidas por el Ayuntamiento, porque la Generalitat ni estaba ni se la esperaba. Mientras, el déficit de viviendas en la ciudad y el área metropolitana se cuenta en decenas de miles.
El problema de la vivienda se asocia a otros problemas endémicos, como causa o como efecto. Los salarios bajos y una vida laboral a salto de mata dificultan el acceso a la vivienda y la creación de nuevas familias. La falta de un buen transporte público urbano e interurbano pone palos a las ruedas de quien tiene que irse a vivir lejos, porque aquí no puede. Etcétera, no acabaríamos nunca.
La resolución de este problema exige políticas acordadas por el máximo número de partidos políticos a largo plazo. Exige políticas "de derechas" y "de izquierdas" a la vez, a corto y largo plazo, para activar el mercado inmobiliario y para regularlo, para luchar contra la especulación, para animar a la inversión, etcétera. Pero exige, sobre todo, la construcción de miles y miles de viviendas públicas. No perdamos el tiempo y el dinero en caramelos para chimpancés.