Escribió el poeta Salvador Espriu y lo gritó Raimon, conciencia y coherencia de cantante libre e independiente: “Li hauria estat / senzill de fer/ del seu silenci un mur/ impenetrable, altíssim:/ va triar / la gran vergonya mansa/ dels lladrucs. Traducido por él: “Le hubiera sido/ fácil hacer/ de su silencio un muro/ impenetrable, altísimo:/ eligió / la gran vergüenza mansa/ de los ladridos”. Es lo que le ha pasado a Lluís Llach, símbolo que fue de la libertad y ahora presidente de la Assamblea Nacional Catalana (ANC). A Xavier Antich, presidente del club privado Omnium Cultural. Y a los malhechores de la CUP, Arran y Plataforma por la Llengua. Ladradores poco mordedores, no han sabido hacer nada que no sea fracaso, derrota, ridículo, vandalismo y vergüenza propia y ajena.

Lluís Llach, hijo de alcalde de Verges falangista muy franquista, es el tonadillero llorica que de joven lucía camisa azul y militaba en los ultras de Cristo Rey. Terrateniente y empresario de vinos con seniles achaques fascistoides, detesta a los partidos políticos democráticos y es el pájaro trino que canta a Puigdemont, así en el cielo como en la tierra. En su descenso al sótano de los juguetes rotos, se retrata con pistoleros y es cada vez más espantapájaros. Xavier Antich es hijo de un librero de la Seu d’Urgell. Filósofo y catedrático de estética, predica lo que no practica a los socios de su entidad, que doblan en número a la peña de Llach. Uno de los líderes de Omnium en Girona fue novio durante tres años de una policía infiltrada, con el consiguiente hazmerreír.

Entre los méritos compartidos de la ANC, Omnium y Arran constan el descenso de uso del catalán entre jóvenes y otros colectivos. Con más estética, Antich culpa a Junts, ERC y la CUP de la derrota más grande jamás contada y sufrida la última Diada, con sólo unos 70.000 manifestantes. Ambos y los talibanes de la Plataforma por la Llengua, entre otros, han logrado que el “no” a la independencia se halla situado en el 53% y el ‘sí’ caiga al 40%, la mayor distancia registrada. Capítulo aparte merecen la CUP y sus matones de Arran. Impostores de falsas izquierdas y antisistemas, sus actos son, directamente, fascistas. Un conglomerado de pijos, pijas, pijes, diletantes, wokes, perroflautas, okupas  y lumpen.

Ante su hundimiento en todos los ámbitos, y con la rabia por su próxima desaparición en las aguas fecales de la historia, se dedican a delatar, acosar y atacar a negocios del Eixample que usan el castellano y el inglés. Junto a los esbirros de la ANC, también han arrancado carteles y señales escritas en castellano en Manresa. Como en la Alemania de Hitler y en la Venezuela de Maduro. Otras gestas son la quema de banderas en las fiestas de Gràcia, ataques a la sede de ERC, sabotajes al bus turístico, agresiones a turistas con pistolas de agua, atentado a martillazos a la redacción del diario Crónica Global… Cuando detengan a algunos, dirán que son presos políticos. Aunque únicamente son delincuentes comunes. Porque señalar personas y comercios y romper cristales sólo les sirve para ocultar la verdad. Que es su derrota con deshonor.