Me parece que nos estamos liando. Puedo compartir la necesidad de gobernar mejor, de manera más coordinada y eficiente, pero dudo que eso se pueda o se deba hacer creando un nuevo paraguas administrativo-político. Bueno, les seré sincero. No es que lo dude, es que creo que, detrás del “no hombre no, no se trata de eso” habrá en algún momento la idea de darle forma creando algo que se me antoja incompatible con el deseo de gobernar mejor el vasto territorio metropolitano. Algo que será más caro, creará más burocracia, y topará con el sentido común de un país que ya tiene, a mi juicio, demasiados niveles administrativos.

Hace sólo unas semanas el alcalde  de Barcelona, y la consellera Parlon señalaron como un gran avance, el hecho de que la policia urbana y los mossos compartieran equipos para determinadas investigaciones conjuntas. Parece incomprensible que esto no se estuviera haciendo ya, sin interferencias políticas ni partidistas de ningún tipo, pero en todo caso señaló un camino. Un camino como el que describió Josep Martí Blanch en el artículo donde reflexionaba sobre el binomio Illa-Collboni en materia de seguridad. Cuando hablamos de mejorar o hacer más grande o mejor la gobernanza metropolitana, sugiero acogernos a coordinar mejor lo que ya existe, sin necesidad de aumentar estructuras político-administrativas.

Y es que a un ciudadano corriente que pudiera oir o leer sobre el particular, se le erizarían los pelos si ello conllevara más impuestos, más políticos y, en mi caso, si ese objetivo escondiera otro más ideológico: hacer desaparecer un poco más la presencia del govern de la Generalitat de las ciudades metropolitanas y de su capital.

Ya sé que esto que digo puede sonar a nuevo entre los lectores de Metrópoli que rozan los cuarenta….pero los que crecimos en la rivalidad de los dos gobiernos del siglo pasado, la de los dos liderazgos fuertes en ambos lados de la Plaça Sant Jaume, el nacionalista y el socialista, sabemos que aún quedan resquicios de un enfrentamiento que llevó a querer un área metropollitana con himno y bandera, o una Barcelona con pocas ínfulas conquistatorias de poderes vecinos, y limitadas capacidades de volar bien arriba. Unos y otros, como siempre los más recalcitrantes de las dos visiones, estaban profundamente equivocados.

Una mejor Barcelona hizo una mejor Catalunya, y al revés. Se aprobó una ley para dar competencias y reconocer su ámbito, y se consorciaron servicios como el de transporte, el educativo y los sanitarios para gobernar mejor a su territorio. En mi opinión, la Generalitat cedió el liderazgo de este territorio a los alcaldes, y casi -digo casi- hizo mutis por el foro.

Es posible que eso le pareciera bien a los que confrontan mentalmente las dos instituciones, pero a mi no me lo parece. Lo que creo es que la Generalitat no puede ser percibida como algo lejano del ámbito metropolitano. Lo que digo es que no nos conviene -como país- que la Generalitat se pueda percibir como el gobierno de los que miran “el foraster” en TV3. Lo que siento, es que vivo en un territorio viejo pero nuevo al mismo tiempo, que ha recibido a decenas de miles de nuevas famílias, y quiero sepan que viven en una ciudad, que tiene un ayuntamiento, pero que también tiene un Govern que le presta servicios.

El mejor gobierno metropolitano es el del área metropolitana de Barcelona. Es el que trabaja al servicio de los municipios del ámbito, consorcia con el Govern determinados servicios, y no pretende ser la representación de un todo. Gobernar bien el ámbito metropolitano necesita entender que mossos y guardia urbana deben compartir datos, que los ayuntamientos que antes competían entre sí, deben coordinarse mejor, y que sus alcaldías son un equipo. El mejor gobierno metropolitano es el que no tapa, ni esconde, ni pretende dar forma a la Tabarnia que en peores tiempos se propuso ahondar en la división entre catalanes. El President Illa y el alcalde Collboni son socialistas, pero ese binomio deberíamos conjuranos a mantenerlo, sea quién sea que gobierne a uno y otro lado de la Plaça de Sant Jaume.