Los gobernantes analizan el camino que tienen por delante. ¿Podrán llegar a la recta final de sus mandatos con garantías de repetir en el cargo? ¿Tienen socios para gobernar con cierta tranquilidad? Eso está en la cabeza del alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, que ha sorteado con habilidad el casi año y medio que lleva al frente de la ciudad. Sólo cuenta con diez concejales, pero ha visto algo muy inusual en una ciudad: sus principales adversarios políticos en las elecciones de mayo de 2023 ya no están en el consistorio. El primero, Xavier Trias, que pudo ser alcalde; el segundo, el republicano Ernest Maragall, que ha renunciado, incluso, a ser militante de ERC. Y se ha sumado a esas salidas la ex alcaldesa Ada Colau, dejando a los comunes sin liderazgo, y con la necesidad de rehacer estrategias para poder impulsar políticas desde las instituciones.

Cierto. Collboni se ha quedado sin adversarios que puedan repetir como candidatos. Tanto junts per Catalunya como Esquerra y comunes deberán elegir nuevos alcaldables. Parte con ventaja. Pero eso no le asegura la gobernabilidad ahora. Necesita aprobar presupuestos, ordenanzas fiscales, planes ambiciosos para la ciudad. ¿Con quién lo puede hacer?

El alcalde socialista presionó a los comunes en su etapa como teniente de alcalde de Ada Colau para que se tomaran decisiones que beneficiaran a la ciudad. Y Collboni fue determinante para que Barcelona pudiera ser la sede de la Copa América. Ada Colau, que no quería el evento, se sumó y se hizo la foto con Grant Dalton, el patrón neozelandés que ha impulsado el proyecto como CEO del Emirates Team New Zealand.

Una vez celebrada la competición, Collboni considera que ha sido un éxito, que se han cumplido los planes previstos, pero que es mejor no correr riesgos, ni económicos, ni políticos, pensando en las elecciones de 2027. ¿Se equivoca? ¿Alguien ha salido en su ayuda, ofreciendo sus votos para aprobar los presupuestos de 2025?

El núcleo político de Jaume Collboni ha analizado mucho lo que sucedió en la campaña de las anteriores elecciones. Él representaba una forma de hacer distinta a la de los comunes, pese a que había co-gobernado con Colau. Los sectores económicos de la ciudad valoraban que pudiera ser la alternativa. Había un cierto consenso sobre sus políticas, con el recuerdo de que, en realidad, han sido los socialistas los que han proyectado la ciudad desde la Transición, con los juegos Olímpicos de 1992 como gran hito. Su campaña a la alcaldía coincidía con un buen momento de los socialistas en el conjunto de Catalunya, como alternativa pragmática frente a más de diez años de proceso independentista y de parálisis en la Generalitat.

Sin embargo, Collboni se quedó con diez concejales. Apareció frente a él otro candidato, Xavier Trias, que estaba ya jubilado y lo fueron a buscar esos mismos sectores económicos para plantear una disyuntiva clara: Trias como la mejor baza para impedir que ganara Colau. ¿Resultado? Ganó Trias, con once concejales. No hubo posibilidad de acuerdo con el PSC, y Collboni logró la alcaldía con los votos cruzados de comunes y PP.

¿Qué debe hacer ahora Collboni? Los socialistas han tomado una decisión: acercarse a comunes y ERC. El alcalde ya tiene las ordenanzas fiscales aprobadas. El PSC en Barcelona quiere regular el turismo, y se ha puesto duro con los pisos turísticos. ¿Tiene otra posibilidad? ¿Puede decirle a Grant Dalton que contará con todo el apoyo público para que mantenga la Copa América en Barcelona? ¿Tiene los votos asegurados de los que apoyan esa idea, sea Junts per Catalunya o, de nuevo, el PP? No lo parece.

Al margen de esas necesidades políticas, que nunca se deben desdeñar y que son las principales, el PSC ha llegado a la conclusión de que los tiempos han cambiado mucho, que las exigencias de la ciudadanía son mayores, que se tienen en cuenta muchos elementos: sostenibilidad, transparencia en los recursos públicos, eficacia en las políticas públicas, seriedad y sentido del ridículo.

¿Resultado? La Copa América deberá buscar otra ubicación. Y llegará en 2026 otro evento mucho más popular: el inicio del Tour de France desde un circuito urbano en Barcelona, que proyecta también la ciudad a todo el orbe.