Una ciudad potente es aquella que genera oportunidades y riqueza a sus ciudadanos, también la que sirve a otras concentraciones urbanas, la que acompaña y ofrece servicios. En un momento clave, en que las distintas administraciones han comenzado a reaccionar, centradas en la gestión después de muchos años de parálisis, es vital conocer cómo y por qué se desplazan los habitantes de toda la región metropolitana. Ese trabajo lo ha realizado el Consejo Económico y Social de Barcelona, y los resultados llaman a la reflexión: Barcelona se lo come casi todo.
Para acertar en la gestión de la movilidad hay que conocer primero la realidad, la que indica que ocho de cada diez trabajadores vive en el término municipal. Y que si se estableciera una especie de balanza comercial, ésta sería netamente positiva para la capital catalana. Importa cada día unos 344.000 trabajadores a su tejido productivo, personas que viven en el área metropolitana. Y sólo exporta unos 122.000 trabajadores que se desplazan a esas poblaciones de alrededor. Ese saldo positivo se debe sumar a los 433.748 trabajadores que ya viven en la ciudad.
¿Primera idea? Lo que se debe potenciar es el propio transporte interno, que tiene su pilar en el metro y bus, pero que también cuenta con el vehículo privado, el servicio del Bicing, y ahora tendrá en el patinete un medio regulado.
Barcelona se presenta, por tanto, como una ciudad que es capaz de generar oportunidades laborales para sus propios habitantes, en muchos sectores distintos. Y que resulta un imán importante para muchos ciudadanos metropolitanos.
Sin embargo, surge una reflexión necesaria. ¿Se deben volcar todos los esfuerzos en servir esa realidad, o se debería facilitar un futuro distinto? El territorio catalán, en su conjunto, ha quedado roto, con pocos centros de dinamismo económico. El centralismo de Barcelona es enorme. Algunos expertos, como el ingeniero y urbanista Ramon Gras, reclaman la construcción de otra realidad, con centros tecnológicos y científicos en el área metropolitana que ayuden a esponjar la capital y a mejorar, por tanto, la calidad de vida de todos los habitantes metropolitanos.
Y eso depende, en gran medida, de la movilidad, de la necesidad de mejorar servicios como el de Rodalies. Se trata de una obligación, casi, para conseguir unas mejores condiciones para todos. La construcción de vivienda, asequible, sea en el mercado libre o protegido, sólo será posible en la región metropolitana. Con una presión cada vez mayor sobre el centro de Barcelona, por el atractivo que genera la ciudad, los precios de la vivienda se irán incrementando. La administración tiene un papel, pero no podrá contener una dinámica que es global.
Los datos que aporta el Consejo Económico y Social de Barcelona, como explica este martes Metrópoli, hay que tenerlos en cuenta. Pero no para reproducir lo que ya se tiene, sino para intentar modificar esa realidad con nuevos centros laborales y residenciales, con una nueva mancha urbana más vivible y sostenible.