Como no tenemos bastantes polémicas ---y problemas-- que ahora nos hemos puesto estupendos con la Navidad y ha saltado la bronca porque el consistorio no pondrá un pesebre en la Plaça de Sant Jaume sustituyéndolo por una gran estrella denominada Origen, o porque los comerciantes del Raval iluminarán el barrio rehuyendo los motivos religiosos con sus luces de invierno.

La polémica navideña, podríamos decir que tradicional polémica, ha puesto en negro la de los pisos turísticos, la movilidad, la vivienda, la multirreincidencia, la seguridad, la economía, el comercio, la educación y un sinfín de problemas que arrastra cualquier urbe. Son fiestas navideñas pero la religiosidad de estas fiestas es personal, y las administraciones son laicas por mucho meapilas que ahora se ponga estupendo. Si usted es creyente y quiere celebrar unas navidades religiosas puede hacerlo en los centenares centros de culto que jalonan la ciudad y que muchos de ellos no pagan los impuestos municipales como cualquier mortal que habite en Barcelona.

Que la estrella que se inspire en el Big-Ban guste o no, es una cosa. Otra muy distinta es que se rasguen las vestiduras porque no hay Belén, aunque sí lo habrá, nada más o nada menos, en el interior del propio consistorio. Y que los comerciantes del Raval pongan una iluminación de invierno tiene toda su lógica. Un pequeño paseo por el barrio nos dará una idea de la diversidad cultural y religiosa de los comercios de la zona. Seguro que se superan más de 20 confesiones religiosas diferentes por lo que dar un toque transversal y festivo no es ninguna herejía. Tampoco lo es no poner el belén en la calle porque seguro que hay miles de hogares que lo ponen en un lugar preeminente de la vivienda.

La polémica como siempre se ha desatado con intencionalidad política como lo ha demostrado la alcaldesa de Sant Salvador de Guardiola, de Junts, con su llamamiento a pasar las navidades en su pueblo. Solo le ha faltado decir “els catalans primer”, como si todos los catalanes fuéramos católicos. Pues no, señora Anna Llobet hay catalanes católicos, judíos, musulmanes, sijs, protestantes, testigos de Jehová, anglicanos y no sé cuantas cosas más. Ah! Y seguro que la multiculturalidad de Sant Salvador no es la de Barcelona. Barcelona tiene algo más de los 3.500 habitantes de este pueblo del Bages. Le diría una cosa a la señora alcaldesa. Ojo con lo que deseas. Si todos los barceloneses vamos a Guardiola, a Guardiola no le salva ni Sant Salvador del caos y el colapso.

Vigo, por ejemplo, ha hecho de las luces de Navidad su señas de identidad y Abel Caballero, su alcalde, lo hace como un motivo de atracción turística y promoción económica. En ningún momento la iluminación -que cada año supera al anterior- es un motivo religioso aunque lo parezca. Es otra cosa, como otra cosa es que vivimos en un país donde la religiosidad es particular y personal y no una imposición de las instituciones del Estado.

Demasiado poco laicos somos en más de una ocasión. Por ejemplo, ¿por qué la iglesia católica sigue disfrutando de privilegios? No voy a abrir una nueva polémica pero podríamos centrarnos en lo importante y pasar bastante de polémicas provincianas. ¡Viva la Navidad! Y que cada uno la viva como le dé la gana sin imponérsela al vecino. Ya está bien que el nacionalcatolicismo reviva cada año con la pueril polémica de la Navidad.