Las universidades públicas y privadas catalanas pierden alumnado del resto del Estado y ganan estudiantes extranjeros, según un estudio de Jordi Casabella en el digital especializado Unportal. Las tres universidades privadas catalanas: Ramon Llull, Internacional y Abat Oliba han pasado de matricular 333 estudiantes de otras comunidades en 2017 a sólo 152 este curso. También las siete universidades públicas catalanas pierden estudiantes del resto del Estado desde 2017. Aquel curso inscribieron 3.300 alumnos, desde entonces la sangría no cesa y el descenso más fuerte se registró el curso pasado. Afortunadamente, los estudiantes extranjeros se han doblado.
Según el Consejo Interuniversitario de Catalunya, una causa ha sido el aumento de universidades privadas en España. Aunque también lo atribuye al “impacto que tuvieron la celebración del referéndum del 1-O de 2017 y la pandemia de la Covid-19”. A todo ello se suma que las universidades de Barcelona y Madrid son las más caras de España y las peor financiadas del Estado, tal y como ha informado este diario. Los daños y perjuicios del llamado proceso se pagan y pagarán muy caros.
Los gobiernos separatistas alejaron todo lo español. Los gobiernos socialistas castigaron a los independentistas donde más les duele: la enseñanza y la formación universitaria. Culpándose unos a otros. Sin ninguna autocrítica. Censurando las críticas. Descalificando a los críticos. Todo como siempre. Con sectarios de talante autoritario unos y otros, la educación, la enseñanza y la ciencia se degradan y pierden la confianza de padres, profesores y estudiantes. Los desmanes subvencionados de lobbies más ideológicos y doctrinarios que pedagógicos. El fracaso total de la inmersión. Los resultados vergonzosos en los informes Pisa…
Así han cavado la fosa cultural desde las guarderías hasta las universidades. Lo cual suma más méritos a las universidades catalanas que destacan y brillan entre las mejores del mundo. A pesar de rectores partidistas, gestores y burócratas sobradamente mediocres e intelectualmente impresentables. La pérdida de talento, de prestigio y de calidad que supone el alejamiento de estudiantes de otras comunidades se registra hasta en las más cercanas, como Valencia, Aragón y Mallorca. Eran las tres que aportaban más estudiantes a los centros catalanes, pero actualmente están por debajo de las cifras de 2017.
Además, los precios de residencias, pisos compartidos y habitaciones en Barcelona y entornos universitarios se han disparado, lo que comporta otro efecto disuasorio. Por el contrario, no hay datos del Consejo Interuniversitario de Catalunya sobre estudiantes catalanes que emigran a otras universidades españolas más económicas y con ambientes políticos y sociales menos crispados. Por todo ello, entristece comparar aquellos años del tardo-franquismo y la transición, cuando tantos futuros líderes políticos, artistas, intelectuales y gentes de la cultura se desplazaban a vivir y a estudiar en Barcelona.
No es nostalgia. Son datos. Y una memoria histórica positiva que se han propuesto borrar unos contra otros por intereses políticos y económicos ajenos a la ciencia y a la cultura. Libertas perfundet omnia luce es el lema de la Universidad de Barcelona. Significa: “la libertad ilumina todas las cosas”. Por esta razón, unos y otros van recortando más y más libertades. Mientras, estudiar en Barcelona es llorar.