Leí el otro día un informe llevado a cabo por Colliers y Apce, que señalaba algo de lo que ya hemos hablado en algunas ocasiones: el tiempo que se tarda en poner en marcha un suelo. La cifra sonroja: entre 10 y 15 años. Lo han leído bien. Pueden pasar, y pasan, 15 años entre ser suelo, y ser suelo y techo al mismo tiempo. El otro dato relevante es la estimación de vivienda que no habremos construído, si no cambiamos nada siendo necesaria, cuando lleguemos a 2040: 2’7 millones de unidades.

Los informes de una parte, y este lo es, creo que no difieren mucho de los informes de la otra. Quiero decir que alrededor de la vivienda, y de su escasez, los datos son más o menos los mismos, y en lo que difieren las partes es en la aportación de soluciones. Unos defienden huelgas de alquileres, expropiaciones de vivienda, topes a los precios de alquiler,y construcción de vivienda limitando su acceso a las clases medias…

Los otros proponen más incentivos fiscales a la compra o al alquiler, mayor celeridad en las desocupaciones, menos regulación para hacer realidad una promoción, y obligaciones limitadas o garantías para cubrir la necesidad de acceso a los más vulnerables…..Mientras tanto,lo que sí que se sabe es que ni España ni Catalunya tienen suficiente parque público de alquiler en régimen de protección oficial. Lo que sí se sabe es que la gente tiene dificultades para adecuar los precios de su alquiler a la renta de su trabajo.

Lo que sí que se sabe es que las buenas intenciones se quedan en eso cuando el desajuste económico, social, demográfico y regulatorio tienen el compás perdido.

Alguien que conoce el mercado me lo contó así de fácil. Si estuviéramos imaginando un mueble lleno de cajitas pequeñas, y un bote lleno de bolitas que debieran encontrar cada una una cajita, nos daríamos cuenta de que no hay suficientes cajitas para tanta bolita. Así de simple, como de simple es que seguiremos creciendo (le guste o no le guste) hasta la proyección de los 8’4 millones de catalanes (sí, de catalanes) en 2040. El ámbito metropolitano dispone de 1’3 millones de viviendas, y la proyección es que pueda necesitar llegar a las 1’5 millones en 2050.

Es decir, 200 mil viviendas en 25 años. Para cubrir esta previsión, deberían construirse 8.000 al año, de todo tipo. No es imposible. Que el privado es capaz de construir ya se sabe. El reto es que el ámbito público pueda hacerlo a buen ritmo. Después de la crisis de 2008, que no hemos superado por mucho que digamos lo contrario, al menos desde un punto de vista inversor, se tomaron decisiones regulatorias para que invertir fuera más difícil.

El primer cambio necesario está en la tramitación de los proyectos. Si mantenemos criterios de planificación a largo plazo, que tantas veces se hace inviable con el paso del tiempo, y no adoptamos tesis urbanísticas favorables a un cambio de paradigma, priorizando un urbanismo de propuesta, que responda a necesidades actuales y sea más flexible, no adivino un camino fácil para hacer más en menos tiempo.

Cuando me piden opinión sobre como se pueden hacer tantas viviendas como las que necesitamos, sólo se me ocurre un plan: paqueticemos sectores de desarrollo, aprobemos decretos de fast track administrativo, y licitemos de urgencia. O mejor, de emergencia. Con eso, y a causa del covid, hicimos inversiones en equipamientos hospitalarios. Y salió bien.

Me pregunto si las soluciones al problema de acceso a la vivienda siguen siendo solo una urgencia, o ya las podemos considerar una emergencia. A juzgar por las previsiones de crecimiento de población, la falta de oferta disponible, y los tiempos que se necesitan para activar suelo…me parece que podríamos intentar que así fuera. Solo así, dinero y tiempos armonizarían con la necesidad imperativa de construir más vivienda protegida. Con permiso de la Intervención (claro).