No hace mucho, la Agencia de Salud Pública de Barcelona, un ente municipal, ha publicado un informe donde estudia la evolución de la salud de los barceloneses de 1985 hasta hoy. En él, se compara la situación de hace cuarenta… perdón, treinta y nueve años con la presente.
Hay datos positivos. Por ejemplo, ha aumentado nuestra esperanza de vida en más de seis años y medio, y queda hoy en 86,9 años para las mujeres y 81,3 años para los varones. En general, afirma la concejala responsable, doña Marta Villanueva, "los indicadores sociales y de salud han mejorado de forma clara en estos cuarenta años". Una buena noticia, al fin.
Cuenta el informe que las muertes por contaminación, consumo de tabaco y drogadicción han disminuido, aunque el aire de nuestra ciudad todavía está demasiado viciado; ahora mismo, no cumpliría con los límites a la contaminación previstos para 2030.
También descienden las muertes atribuibles a cánceres de tráquea, bronquios, pulmón y estómago entre los varones, más de un 55%, y de mama y cuello uterino entre las mujeres, casi un 39%. Las muertes por enfermedades isquémicas del corazón, insuficiencia cardíaca o enfermedades cerebrovasculares tambíen se han reducido cerca de un 54% entre los varones y un 67% entre las mujeres.
Pero… A ver, siempre hay un pero. Hay cosas que han ido a peor. Por ejemplo, el consumo excesivo de alcohol se da en más de un 20% entre los jóvenes y menores de edad y las enfermedades de transmisión sexual se han multiplicado unas por dos y otras por tres desde 2017.
Las enfermedades o las alteraciones de la salud mental se han disparado en los últimos quince años, destacando el dúo ansiedad y depresión, que arrasa entre los ancianos y que comienza a ser preocupante entre jóvenes y adolescentes. El impacto de la soledad en la salud mental de los barceloneses también asoma en el informe, y ahora lo sufre uno de cada diez barceloneses.
Pero lo más preocupante de todo, lo que de verdad marca la salud de un barcelonés, es su nivel de renta. En palabras de un experto, "pesa más el distrito postal que la herencia genética". Porque la gente que vive en los barrios con un mayor nivel de renta tiene más dinero para comprar verduras frescas, para ir al gimnasio, ir al dentista o disfrutar de la vida en general, lo que permite una menor carga emocional y sufrir menos enfermedades. Que viven mejor, vaya.
De hecho, hace unos años, salió un estudio muy serio que señalaba que la esperanza de vida en Barcelona variaba significativamente con la renta y mostraba que los habitantes de los barrios más pobres vivían diez años menos que los habitantes de los barrios más ricos, de media.
Desde entonces, la brecha salarial y la desigualdad de la renta se ha incrementado, al tiempo que ha subido el precio de la vivienda y la inflación por encima de los incrementos salariales de las rentas bajas y medias-bajas. En otras palabras, la pérdida de poder adquisitivo de muchos barceloneses repercute en su salud, que empeorará por ello.
Sírvanse ustedes mismos y concluyan conmigo que ser pobre es malo para la salud. No es un chiste, sino algo muy triste que, como sociedad, hagamos tan poco para evitarlo.
Lo dejo aquí. Del todo. Si no hay novedades, éste será el último de mis trescientos sesenta y tantos artículos que he escrito para Metrópoli Abierta una vez por semana, los últimos años. Espero que alguno les haya gustado y siento que algún otro no haya sido tan bueno como hubiera querido que fuese. Me lo he pasado en grande y agradezco muchísimo que me hayan dejado este hueco en el periódico todo este tiempo. Santa paciencia la de ustedes, por soportarme.
¿Qué me queda, entonces, por hacer? Pues desearles un feliz 2025. Un año que podamos celebrar y que nos traiga a todos un poco más de salud, dinero y amor, como dice la copla.