Un aumento muy considerable. La ciudad de Barcelona, en gran parte una urbe de propietarios, podía exhibir hasta hace poco que la vivienda no formaba parte de sus inmediatas preocupaciones. Pero los padres tienen hijos y nietos, llega una población flotante, profesionales liberales que se instalan en la capital catalana, y todo ello inyecta una enorme presión. La vivienda es ya el gran problema de Barcelona, sólo superado, y por una sola décima, por la percepción de la inseguridad. El 28,8% de los barceloneses sitúa la vivienda (la falta de oferta, los altos precios para adquirirla) como el gran obstáculo, mientras que la seguridad es el principal peligro para el 28,9%. 

El gobierno municipal del alcalde Jaume Collboni es consciente de ello y quiere que la construcción de vivienda protegida y de vivienda libre con precios asequibles sea una prioridad. Para ello cuenta con un gobierno en la Generalitat del mismo color, socialista, con el presidente Salvador Illa. Pero cualquier operación no tendrá éxito si no cobra una dimensión metropolitana, con todos los alcaldes remando en la misma dirección. Y no será un problema que se pueda solventar en pocos años. Necesita políticas públicas determinadas y a largo plazo. 

En todo caso, es vital que el gobierno municipal entienda que no puede mirar para otro lado. Los datos sobre los principales problemas de la ciudad surgen a partir del barómetro municipal.

En paralelo, al Anuario Estadístico de la ciudad, un informe que elabora cada año la Oficina Municipal de Datos, ha dado cuenta del incremento de personas que llegan a los cien años de edad, mientras que el descenso en el índice de nacimientos bate todos los registros. Es decir, Barcelona es hoy una ciudad envejecida.

Aunque hay fenómenos como el de los expats, de nómadas digitales, de jóvenes de treinta años que trabajan en la ciudad y quieren vivir en ella, lo que prima es un conjunto de ciudadanos, distribuidos por todos los distritos --no sólo los del centro y los que reciben ese caudal de jóvenes y de turistas-- cada vez más viejos. Propietarios de pisos, eso sí. 

Las ciudades que compiten en el mundo, guste o no, son las más dinámicas, las que acogen a esos profesionales más jóvenes. Combinar la defensa de los ciudadanos ya instaladados con el deber --porque es una obligación si se quiere crecer económicamente-- de abrir los brazos a ese nuevo caudal obligará a poner en marcha políticas públicas atrevidas, con el concurso que sea preciso por parte del sector privado. 

En esa tesitura se mueve Collboni, que ya tiene, también, algunos datos sobre intención directa de voto. El barómetro apunta a una victoria clara de los socialistas si se celebraran elecciones municipales ahora.

El voto al PSC sube hasta el 14,4% en intención de voto. Las fuentes demoscópicas consultadas, y siempre en relación con el recuerdo de voto de las últimas elecciones autonómicas --las de mayo de 2023-- señalan que ese porcentaje de voto implicaría que el PSC podría lograr 13 concejales, tres más de los 10 que consiguió en las municipales. 

Siguiendo el mismo modelo, con el recuerdo de voto de las autonómicas, los comunes se quedarían con 6 concejales, tres menos que los 9 que obtuvieron en mayo de 2023.

Respecto a Junts per Catalunya, que ya no tendrá a Xavier Trias como cabeza de lista, la traslación de la intención de voto que muestra el barómetro le dejaría con 8 concejales, por los 11 que obtuvo en 2023. En el caso de ERC, subiría un concejal, de cinco a seis. El PP aumentaría dos concejales, de cuatro a seis. Y Vox se quedaría con los dos actuales. 

El campo que tiene por delante Collboni es, por tanto, favorable, aunque sin un gran salto adelante. El alcalde, que analiza con detalle esa realidad demoscópica, no quiere romper nada. Gestiona, y ocupa el espacio público. Gobierna la ciudad sin desgastarse en exceso.

Sabe que necesita a los comunes y a Esquerra, pero que también puede gobernar solo, sin comprometerse a grandes cambios. Y de esa manera se acercará a mayo de 2025, en el ecuador de su mandato.

La incógnita que surge es si Collboni debería tomar más riesgos, y asumir proyectos de envergadura para la ciudad, sin estar tan atento a cada queja vecinal, a cada problema que plantea una determinada entidad. 

El mundo es de las ciudades, y las principales van a toda velocidad. ¿Dónde quiere estar Barcelona a finales de esta década?