El Tribunal Supremo le ha hecho un gran favor a la Universidad de Barcelona: ha inhabilitado a Laura Borràs. El rector se ahorra así retirarle la venia docendi. Los rectores de universidad tienen alergia a aplicar esta sanción a un docente. Todos son buenos de campeonato. O más.
Algún historiador con conocimientos de elementos mistéricos debería investigar por qué los profesores universitarios se convierten en santos en cuanto obtienen la plaza. O es eso o es que los rectores piensan que mejor no buscar las cosquillas a nadie, no sea que se las busquen a él cuando abandone el cargo.
Lo que ocurre en la UB pasa también en otras universidades catalanas y españolas. Los últimos expulsados se dieron durante el franquismo y, en Barcelona, ni siquiera hizo falta. El bueno de José María Valverde dimitió en solidaridad con los sancionados Tierno, Aranguren y García Calvo. Creyó que su gesto haría escuela. Pero no.
Eran tiempos grises. Y así seguirían durante años.
A finales de los sesenta y en los primeros setenta, los estudiantes de la UB y la incipiente UAB sabían que el mejor decano era Garicano (ministro de la porra) y el mejor rector, el gobernador. Cualquiera, porque a todos los designaba el mismo dedo.
Por cierto, el pecado original no existe, pero la familia Garicano emparentó más tarde con la muy barcelonesa de los Ribó. A esta pertenece un tal Rafael que algunos creen que fue un infiltrado de la burguesía catalana en el PSUC. Para liquidarlo. Fue recompensado con una sinecura.
Son hechos. Y, como decían los escolásticos: contra factum non valet argumentum.
Es también un hecho establecido por el Tribunal Supremo que Laura Borràs utilizó dinero de todos para favorecer a un amiguete. Un delito choricero, no incluido en la ley de amnistía. La han condenado a más de cuatro años de cárcel (y 13 de inhabilitación) que, claro, no quiere cumplir.
Hay una solución para que no vaya a la cárcel: que se aloje en el monasterio de Pedralbes, ahora que ya no lo ocupan las Clarisas. Después de todo, ella se considera santa y mártir.
Pedralbes sería una vía intermedia entre el indulto que no merece y evitar ingresar en prisión.
Así estarían contentos sus conmilitones de Junts, que la defienden porque, en el fondo, disponer del dinero público para asuntos privados no les parece condenable.
Nunca han condenado que Jordi Pujol no declarara los ahorrillos andorranos.
Hay quien sostiene que la Comunidad de Madrid será la próxima en pedir la independencia. De momento, el novio de la presidenta imita a la familia del ex presidente catalán. No le gusta declarar a Hacienda y pagar impuestos. Aunque, en realidad, lo que no le gusta, como a Laura Borràs, es que le hayan pillado.
La propuesta de que las damas de la alta sociedad que delincan se alojen en Pedralbes tendría muchas ventajas.
El mismo día que se iban las Clarisas, un grupo de personas se manifestaba para pedir que hubiera allí otras monjas. Lo tenían fácil: las mujeres -había algunas manifestándose- podían ingresar en la orden. Nada se lo impide. Pero no: querían que allí viviera alguien, pero no ellas mismas.
Es una cantilena que se reproduce en todas partes. Hay que acoger inmigrantes, pero no en mi pueblo. Hay que restringir el uso de los coches, pero no del mío. Hay que hacer vertederos, pero lejos de mi casa. Hay que pagar impuestos, pero no yo. Tiene que haber leyes que eviten el delito, pero si se le aplican a un independentista, entonces es persecución judicial.
No a todo, pero que no me falte de nada.
¡Cuánto sofisma!
A los manifestantes sólo les quedó añadir que quieren monjas catalanas. Claro que siempre pueden reconvertirlas, como esa Teresa de Jesús (o de Ávila) que unos tipos que dicen ser historiadores de la literatura sostienen que era catalana y abadesa de Pedralbes.
No es de extrañar. Entre quienes forman a esos presuntos especialistas estaba Laura Borràs, quien seguro que estaría encantada de ejercer de abadesa. Se pirra por los cargos.
Ella dice que es inocente. Seguramente. La palabra deriva del latín y, etimológicamente significa que no sabe. Borràs sabe lo que sabe y si no sabe más es porque, como dijo a un tribunal que le recriminó sus carencias, había tenido un parto difícil y no se había podido preparar mejor.
Y luego vino lo de la independencia. En una Catalunya independiente no la habrían condenado aunque tampoco tendría la nómina que le paga, ¡vaya por Dios! un Estado opresor del que es funcionaria. Como aquel que dice, cómplice del neocolonialismo que sufre Catalunya. Mano a mano con la Guardia Civil.