La política municipal está envenenada. Como toda la política, ya sea local, nacional o internacional. Son, sin duda, tiempos convulsos. Poco importa que el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, junto a la consellera Sílvia Paneque, firmen un acuerdo para impulsar la construcción de vivienda pública. La cifra: 1.151 pisos protegidos.
Dos días después, el Sindicat de Llogateres, brazo activista de los Comunes y que nada tiene que ver con un sindicato, volvió a salir a la calle para exigir al alcalde -solo faltaría- que no retire la normativa que obliga a reservar un 30% para vivienda protegida. Es más, piden que se aumente al 40% para no “hacer un favor a la patronal inmobiliaria”.
Lo cierto es que el 30% de cero es cero y este es el escuálido éxito de esa medida. Por cierto, los 1.151 pisos que iniciarán esta construcción este mismo año son bastantes más de los que hizo la exalcaldesa y residente en Italia, Ada Colau. Pero eso es igual, el objetivo es culpar de la escasez de vivienda al alcalde. Como todo el mundo sabe, los problemas de vivienda empezaron en 2023, en junio, para ser exactos.
Importa bastante menos que el caos de Rodalies no tenga nada que ver con el Ayuntamiento. La culpa del consistorio, faltaría más, aunque las críticas suenen a patochada de alto standing. Pero bueno, es normal. Se repite el objetivo porque todo el mundo sabe que los problemas de Rodalies empezaron en 2023, en junio, para ser exactos.
Lo que ya no es tan normal es la alianza de la derecha catalana de toda la vida, de la burguesía barcelonesa, con esa autodenominada -y más bien supuesta- izquierda con caliu.
Me refiero a Junts per Catalunya y los Comunes. Se pusieron de acuerdo para reprobar al alcalde, el gran culpable. Están en su derecho, solo faltaría, pero si tanto se quieren, y tanto exigen que se olviden de algaradas de vuelo bajo y pongan todos los huevos en la cesta y vayan a por todas presentando una moción de censura. Si no lo hacen es de bastante mal gusto ver a Damià Calvet junto a Janet Sanz en una rueda de prensa ante el Ayuntamiento para criticar los problemas para rehabilitar diversas fincas del barrio del Besòs afectadas por aluminosis.
Los problemas existen, evidentemente, y algo el consistorio no ha hecho bien, pero oír a Calvet y Sanz hablar del abandono del Besòs por parte del Ayuntamiento es una broma de mal gusto. ¿Por qué? Porque estos partidos han gobernado Barcelona en los últimos 12 años y no iniciaron ni una sola rehabilitación. Repito, 12 años. O tienen poca memoria o simplemente tienen mucha cara. El equipo de gobierno haría bien en no entrar al trapo de las críticas y esmerarse en la solución.
Y si se pierden los fondos europeos tocará a Barcelona rascarse el bolsillo. Algo que no hicieron ni unos ni los otros. Por cierto, los comunes utilizaron los fondos para hacer auténticos carajales como en la Vía Augusta. ¿Alguien me podía explicar por qué no los destinaron a los pisos del Besòs? Claro, todo el mundo sabe que los problemas del Besòs empezaron en 2023, en junio, para ser exactos.
Y ya la bomba del cinismo es criticar las obras de Barcelona. Cierto que 200 obras a la vez dan más de un dolor de cabeza, pero es que algunas de ellas dormían el sueño de los justos o se habían retrasado sine die. Unas están relacionadas con el metro porque la Generalitat estaba a por uvas y el gobierno municipal solo quería poner pilones en la calle. Y otras con vías que su estado era manifiestamente, o más bien calamitoso, como el Túnel de la Rovira. Las obras son un horror, estamos de acuerdo. Que se podían planificar más escalonadamente, seguramente también, pero Barcelona no puede acumular más retrasos.
Empezamos perdiendo el tiempo en 2011 hasta 2023 y ahora es el momento de recuperar. Aunque todo el mundo sabe que los problemas de los retrasos de las obras empezaron en 2023, en junio, para ser exactos.
Mi madre decía siempre que más vale ponerse un día rojo que ciento colorado. Por mucho que la pinza afee la acción de gobierno que ellos no han hecho en los últimos 12 años, porque señores y señoras de Junts y Comunes, los problemas de Barcelona no empezaron en 2023.