El Ayuntamiento de Barcelona ha puesto en marcha medidas para luchar contra la crisis de la vivienda, como la Generalitat, el primer Gobierno autónomo en aplicar topes a los alquileres.

Ambas administraciones han decidido intervenir en el mercado. Y es de esperar que todo ello contribuya a frenar la carrera alcista de los precios de compra y de alquiler, aspecto este último en el que parece que empiezan a verse algunos resultados.

No obstante, la realidad del día a día debería ser más disuasiva que esos cambios legales para quienes aún están por la especulación inmobiliaria. Han ocurrido algunas cosas a tener muy en cuenta.

Los precios de la vivienda subieron el año pasado un 8,4%, el mayor aumento desde el 2007.

En marzo pasado el número de hipotecas firmadas superó en un 44,5% a las del mismo mes del año pasado. Y se dieron a un tipo de interés medio inferior al 3%, cuando el IPC se situó en el 2,3%. El número de pisos vendidos creció el 40,6% respecto al mismo mes de 2024, algo que tampoco se había visto desde 2007, el cénit del último boom inmobiliario.

En agosto de ese año estalló en Estados Unidos la crisis de las hipotecas basura, una bomba que 12 meses después arrastraría a bancos y aseguradoras dando lugar a lo que se denominó la Gran Depresión.

Hay que recordar que aquel desastre, que se prolongó hasta 2014, no hubiera sido posible sin la desregulación financiera y sin el concurso de las agencias de calificación de deuda, unas instituciones que se habían cansado de repartir la máxima nota, la AAA, a productos que estaban respaldados en humo.

Esas empresas de rating continúan gozando del mismo crédito que entonces. Moody’s ha sido la primera en rebajar el bono de EEUU la semana pasada tras la penúltima patochada de Donald Trump, y fue atendida religiosamente por todo el mundo.

En estos momentos, el mundo académico sostiene una complicidad total con la explosión del negocio turístico, como se comprobó hace unos días en el CCCB. Es sospechosamente parecida a la de la década del 2000, cuando el cum laude universitario bendijo sin fisuras la hiperproducción de la ingeniería financiera; con idénticas conexiones endogámicas y conflictos de interés.

Hay más datos, más similitudes, pero quizá no sea necesario insistir. Lo expuesto dibuja un panorama tan parecido en tantos aspectos al de hace 20 años que no puedo dejar de recomendar, especialmente a quien esté tentado de entrar en el negocio del tocho, que vea o vuelva a ver Inside Job, el documental del 2010 que disecciona aquella enorme estafa. Creo que su visión es más eficaz que todos los límites que puedan establecer las Administraciones.