El partido de Ada Colau, así lo sigue conociendo la gran mayoría de los vecinos de Barcelona, ha pospuesto un poco más la elección de su sucesor. ¿Quién relevará a Colau al frente de la candidatura para hacerse con la alcaldía de Barcelona en 2027? Todavía no se sabe. ¿O sí?
El pasado fin de semana --opacado entre la crisis permanente del PSOE y el paseo triunfal del PP de Alberto Núñez Feijóo-- se celebró el I Congreso de Barcelona en Comú. Un cónclave destinado a presentar las nuevas fórmulas del partido para recuperar la alcaldía de Barcelona en dos años, en el que los morados han evitado abrir el melón de la sucesión de Colau. Aunque hubo señales, por lo menos, de quién se postula sin complejos.
La actual presidenta del grupo municipal, Janet Sanz, cerró el cónclave, y lo hizo con un discurso que tiene poco de nuevo, pero mucho de presentación de candidatura para liderar el partido en la capital catalana. De hecho, desde que Colau abandonó el consistorio Sanz ha hecho visibles esfuerzos, desde su impagable trampolín de líder del partido en el Ayuntamiento, para aparecer como la única opción posible.
Pero no es así, ni mucho menos. No porque tenga demasiados competidores, que los tiene. El gran problema de Sanz --que en 2027 concurriría por cuarta vez a las elecciones municipales, contraviniendo los estatutos de su partido-- es que no concita la unanimidad del partido a su favor. De hecho, ni siquiera la mayoría suficiente para que el congreso de este fin de semana se convirtiera en su rampa de lanzamiento, como ha hecho el PP con Feijóo.
En las próximas elecciones municipales los barceloneses “no tendrán que escoger entre susto o muerte” aseguraba la líder morada en las Cotxeres de Sants, “porque ganará BComu”. La fórmula de Sanz para conseguirlo no es otra que doblar la apuesta de la receta ya aplicada por Colau durante dos mandatos.
Esto es: prometer no el 30%, sino el 50% de reserva para vivienda social en toda la ciudad; subir más los impuestos a los propietarios inmobiliarios; extender las superillas por toda Barcelona; y, sobre todo, frenar la ampliación del aeropuerto de El Prat. Es la fórmula de los comunes para recuperar la bandera de defensor único de las clases populares.
Aunque ese retorno a los orígenes resulta escasamente creíble cuando el mensaje lo pregonan un ministro, el secretario primero de la Mesa del Congreso y la presidenta del grupo en el Ayuntamiento. Ernest Urtasun, Gerardo Pisarello y Janet Sanz, los tres oradores que este domingo cerraron el cónclave, han pisado más moqueta que cualquier dirigente del PP catalán, con la salvedad de Dolors Montserrat. Difícil seguir argumentando que ellos no son casta.
Quizá por eso en su partido no acaban de ver a Sanz como la mejor opción para volver a convencer a los votantes que en 2015 creyeron en una Colau que venía del activismo de la PAH. De momento, el partido se conforma con definir la promesa que debe devolverles el bastón de mando: “Salir de la Barcelona prisionera de Jaume Collboni, que ha entregado la ciudad a las élites”.
Las primarias para escoger al futuro candidato quedan para más adelante. Se convocarán a finales de año y se celebrarán entrado 2026, cuando faltará menos de año y medio para las elecciones de mayo de 2027. Además, los aspirantes deberán presentarse por parejas y el ganador escogerá los tres siguientes asientos de la lista electoral. Es decir, el ganador o ganadora marcará los cinco primeros puestos de la lista, el grupo que habitualmente gestionaba este espacio cuando concurría bajo las siglas de Iniciativa per Catalunya (ICV).
El último barómetro municipal no sitúa a los morados en esa tesitura, de momento. Con una intención de voto directa de 7,9% los comunes serían segunda fuerza, pero pierden dos puntos respecto a las elecciones de 2023, mientras el PSC se fortalece con el doble de votantes. No parece que la dura oposición liderada por Sanz haya convencido, de momento, a sus votantes.