El pleno del Ayuntamiento de Barcelona acordó el pasado 28 de febrero conceder la medalla de Oro de la ciudad a quienes fueron sus alcaldes: Joan Clos, Jordi Hereu, Xavier Trias y Ada Colau. Tan insigne condecoración fue entregada a sus beneficiarios en un acto solemne el pasado día 16. Narcis Serra y Pasqual Maragall ya eran poseedores de la misma por la organización de los Juegos Olímpicos en 1992.

Vaya por delante que no rechazo estos reconocimientos a quienes fueron los máximos mandatarios municipales y considero que el tiempo enaltece los aciertos de su gestión y diluye sus errores.

Otra cosa es conceder estas medallas cuando aún no ha transcurrido un paréntesis suficiente desde la finalización de su mandato consistorial o si algunos de los exalcaldes o exalcaldesa siguen siendo protagonistas de la actualidad política. Por otra parte, debieran haberse concedido estos reconocimientos de forma individual, en cuatro acuerdos singularizados, uno por alcalde, y no de forma común a los cuatro ex primeros ediles.

Joan Clos, tuvo el acierto de una gestión eficaz de las arcas municipales y el demérito del Fórum de las Culturas. Pero no cabría objeción alguna a su medalla. Las concedidas a Jordi Hereu y Xavier Trias, con sus éxitos y errores, tampoco son objetables, dado que sus posicionamientos políticos los son más en clave de Gobierno de España o del “procés” que no de la ciudad en controversia.

Otra cosa es el reconocimiento a Ada Colau. La ciudad aún tiene en carne viva las consecuencias de su nefasta gestión y de las políticas de demagogia o de confrontación promovidas por aquellos que han sustituido la comunista lucha de clases por el común odio social.

Por si no fuera suficiente lo anterior, cabe recordar que la exalcaldesa renunció a su acta de concejal al año de ser reelegida para ejercer su responsabilidad en la oposición. A la par, anunció que, dentro de un año, en las puertas de las próximas elecciones municipales a celebrar en el año 2027, decidirá si vuelve a presentarse a estos comicios.

Si lo hace, no sé si lo hará con la medalla de Oro colgando de su cuello cuál cencerro del buey que ara el campo. Hubiera sido preferible para concedérsela tras el paso de más tiempo, subsanadas las consecuencias de su mal hacer municipal y confirmada su no entrada una vez más en la política municipal.

Lo positivo es que si retornase nunca se le podrán conceder dos medallas de oro como exalcaldesa porque “non bis in idem”, no dos por lo mismo, y porque cada vez que se ha presentado a una reelección, en 2019 y 2023, ha retrocedido en el número de concejales que obtiene.

Quien iba a decir que cuando los comunes rechazaban distinciones de ciudad, Ada Colau acabaría recibiendo una. Ignoro si la exalcaldesa tras serle entregada, como hacía Rafa Nadal, amagó con morderla. Confío que, al menos y con este reconocimiento, sea consciente que Barcelona somos todos y que es mejor sumar que dividir para multiplicar.

Igual hincando el diente en la medalla pudiera emerger una necesaria e indolora muela del juicio.

La sensatez, el rigor, el compromiso social, el diálogo y el equilibrio son valores de oro de nuestra convivencia. Las medallas de la ciudad de este metal pueden tornarse de hojalata por quienes la reciban y todavía no eran acreedoras de ella o no sean capaces desde su recepción a hacer honor a tan alta distinción. No es oro todo lo que reluce, pero debiera.