Los partidos caen en muchas contradicciones. Quieren contentar electorados distintos, y defienden, al final, cosas incompatibles. Pero fomentar el debate es positivo. Y Esquerra Republicana lo está haciendo en Barcelona.
Los republicanos gobiernan con el PSC. ¿Es oficial? No, no es exactamente así. Pero han facilitado inversiones en todos los distritos. Y no se debe olvidar que Esquerra ofreció su apoyo a los presupuestos de 2025, aunque, posteriormente, no se pudieron aprobar, porque al PSC de Jaume Collboni le hace falta algo más de apoyo. Con ERC no basta, aunque pueda facilitar algo la labor de los escasos diez concejales socialistas.
La cuestión es que ERC da algo de oxígeno al alcalde Collboni, y se exploran distintos caminos de colaboración.
Esquerra es una fuerza política independentista, pero, al mismo tiempo, reclama que el Gobierno central ceda competencias e infraestructuras a Catalunya, y también a la segunda capital de España como es Barcelona. Eso se traduce en el análisis de varios edificios que son del Estado y que están en Barcelona.
¿Los podría ceder el Estado, --eufemismo en Catalunya para decir el gobierno central—a la ciudad de Barcelona? Podría, pero, ¿con qué condiciones?
Para reflejar la pluralidad, pero también el hecho de que el Estado, como algo de todos, está presente en el último rincón del país, esa cesión sería, incluso, conveniente. Pero no como un paso previo para que todo ello pudiera depender de las autoridades catalanas, que no han acabado en la última década de demostrar su lealtad.
Lo que han hablado el PSC y ERC en Barcelona es que se pueda disponer de edificios como la Casa de la Marina, en la Barceloneta, o el Palau del Lloctinent, en el barrio Gòtic, o la Aduana Vieja, o la Estación de Francia o la Capitanía General, en el paseo Colom.
También se habla de otros edificios, como la Comisaría de Via Laietana, con la idea de crear un espacio de memoria, o la sede del Banco de España o el cuartel militar del Bruc.
Muchos de ellos están en una situación precaria, y se podrían rehabilitar. La posible cesión es, hoy, sólo un deseo, una posibilidad lanzada al viento. El Gobierno español que preside Pedro Sánchez no podría abordar ahora esa cuestión, porque se interpretaría como una cesión hacia Catalunya, aunque los receptores pudieran ser los actuales gestores de la ciudad, del PSC, el mismo color político.
El debate de fondo que sí se debe plantear es que esos edificios, esas infraestructuras, no pueden olvidarse, con la degradación que conlleva. Puede y debe el Estado hacerlos servir, dejando claro que son de titularidad del Estado, marcando la presencia del Estado en Barcelona, la segunda ciudad de España y la capital de Catalunya.
Cederlos a Barcelona, con la idea de que sea el Ayuntamiento quien se haga cargo, puede ser positivo, siempre que se manifieste ese poder del Estado –algo de todos, y para empezar de los catalanes.
Pero Esquerra piensa en otros términos, más cercanos a una especie de vaciamiento de estructuras del Estado, como si todo lo que estuviera en la geografía catalana tuviera que ser de titularidad únicamente catalana.
Eso no casa, --por ahora e históricamente—con el proyecto catalanista del PSC, que cree en una España plural, con distintos polos de poder, con un reparto del poder político y económico, pero teniendo claro que el todo es España, el llamado estado español por parte del independentismo, curiosamente el nombre que le dio el franquismo a España.