Cada vez más el edadismo o la discriminación, deliberada o no, la diferencia o el perjuicio en el trato a las personas basado en su edad es más notorio.
El laboral y el acceso a la vivienda son dos de los más trascendentes ante la ausencia de oportunidades de trabajo para nuestros mayores o la falta de techo habitable para nuestros jóvenes para con su efectiva emancipación.
Los seniors han tirado hacia adelante una familia y amontonan una larga carrera profesional. Se han ganado sobradamente el derecho inexistente a divertirse o a desconectar de lo cotidiano y poder disfrutar de su tiempo libre escuchando música en vivo, tomar algo en un local singular e incluso saltar a una pista de baile con aquellos temas de los 80 y 90 que nunca prescriben.
Sin embargo, si el divertimento nocturno, que ya es complicado en nuestra ciudad para los jóvenes, es prácticamente imposible para los más maduros. En el ocio barcelonés es constatable este edadismo.
Se precisarían locales cuya oferta sea amplia en horas y edades, pero la obviedad de las diferencias generacionales segmenta en la práctica los aforos jóvenes, más proclives a alargar la noche hasta la madrugada, y los maduros más inclinados a los tardeos tardíos o a los tempranos trasnochares. Y son estos últimos los excluidos cada vez con una mayor intensidad.
En Barcelona se acrecientan las restricciones y las trabas administrativas a los establecimientos de concurrencia pública en la que poder divertirse musicalmente.
Falta una oferta de ocio para quienes ya superan los 40 años y quieren acceder al sano ejercicio de aparcar su actividad cotidiana y optar por, simplemente, “pasártelo bien” en tu tiempo libre, además del deporte, la cultura, etc. No nos podemos resignar a elogiar el ocio en la noche de otras ciudades ajenas mientras la nuestra es y está más cerrada.
Seguro que no faltan emprendedores dispuestos a promover aperturas de locales o de ampliar sus ofertas en los ya abiertos. Entienden que este segmento “mayor” en la edad, y con una posibilidad de gasto o de consumición nada desdeñable, demanda divertirse.
Ahí debe estar un ayuntamiento ágil que respalde el ocio sensato y responsable en esta ciudad desde la obligación inflexible de garantizar el descanso de los vecinos y la ausencia de molestias. El aislamiento acústico de locales, las medidas de seguridad en accesos y entornos de los establecimientos, la colaboración plena de los promotores de ocio con Guardia Urbana y Mossos, la eficacia en servicios municipales de limpieza y las actuaciones contundentes contra los incívicos (botellones y griteríos callejeros) son algunas de las acciones imprescindibles a afianzar.
Divertirse todos mientras los vecinos puedan descansar y dormir ha de ser compatible y, además, es inexcusable. Lo fácil para un ayuntamiento trasnochado es prohibir o restringir el ocio. Para un consistorio es ocioso, por acomodaticio, cuando no promueve lo que procede en el ejercicio de sus competencias para garantizar la convivencia.
En Barcelona es ineficaz por ambas. Dicho de otra manera, ni unos vecinos no siempre pueden dormir o vivir sin molestias ni muchos otros se pueden divertir.