Arranca un curso político de alto voltaje a nivel nacional y catalán. Pero en Barcelona las cosas están igualmente reñidas, aunque la bronca no alcance los decibelios de la política madrileña. Llegados al ecuador del mandato, Jaume Collboni deberá apretar el acelerador en el auténtico examen final de cualquier alcalde que se precie: las obras. Esas que han sumido algunos accesos de en el caos.

Una de las máximas del gobierno local del PSC ha pasado por demostrar que Barcelona se reactivaba de nuevo con los socialistas. Lo que se traduce en transformaciones de calado que exigen obras, aunque muchas de ellas, inevitablemente, fueran herencia del gobierno anterior. Ahí está la reforma de Via Laietana, la malograda rehabilitación de Pi i Margall o la transformación de la Meridiana.

Proyectos todos ellos maravillosos en los renders presentados por los arquitectos e ingenieros que los idearon, que se convierten invariablemente en fuente de quejas vecinales cuando las máquinas están sobre el terreno.

Así las cosas, Collboni afronta el nuevo curso con 280 obras en marcha. Y dando las gracias porque este verano se han completado un centenar de reformas, recuperando la movilidad correspondiente. Aunque muchas veces esa recuperación venga con rebajas, como en la pacificación de los Jardinets de Gràcia.

El consistorio ha tenido el buen criterio de reabrir la Ronda de Dalt antes de la operación retorno. Ya lo hizo en 2024. Pero el festival de calles cortadas por obras y desvíos imposibles en Sant Gervasi, por ejemplo, obligarán a María Eugènia Gay -comisionada de Collboni ante los patricios del barrio- a multiplicarse para apagar los más que previsibles incendios que provocarán cortes como el de la calle Muntaner.

Los propios miembros del pleno municipal sufrirán en sus carnes los efectos del afán transformador de la ciudad con las obras de Las Ramblas. Auguro más de una airada intervención de la oposición en este sentido.

Otros frentes abiertos son las obras del Túnel de la Rovira, las de la Línea 8 que cierran el tráfico en Urgell y afectan de lleno a la Diagonal, o la eterna conexión de la Línea 9 por los barrios de montaña. Lo relataba este lunes Sofía Díaz. Este curso será una auténtica prueba de fuego para el gobierno municipal. De cómo la supera, y de cuantas obras se puedan dar por concluidas el próximo septiembre, dependerá en buena medida su suerte en las próximas elecciones.

No cabe duda de que el inicio de curso de su antecesora, Ada Colau, ha sido más simpático. La líder de los Comunes, que sigue deshojando la margarita de una nueva candidatura- se ha echado a la mar integrada en la Global Sumud Flotilla acompañada -o acompañando- a personajes de relumbrón como la activista Greta Thunberg o la actriz Susan Sarandon.

También por el dirigente de ERC Jordi Coronas, otro inesperado lobo de mar al timón nada menos que de un Bribón. Ya saben, uno de esos veleros que en su día había tripulado Juan Carlos I, y que con tanta fruición criticaban entonces los republicanos.

Que la flotilla tiene un objetivo eminentemente propagandístico lo demuestra el hecho de que zarpara el domingo del puerto de Barcelona. Para regresar apenas unas horas después al mismo puerto por el mal tiempo.

Las previsiones meteorológicas no engañaban, con avisos de lluvia intensa y mar de fondo lanzados tanto por Aemet  -agencia española de meteorología- como por Meteocat -la contraparte catalana-, para que no hubiera dudas. Pero la fiesta está preparada, el escenario para los inevitables conciertos montado y a punto el paseíllo de la exalcaldesa.

No debería sorprender, y tampoco desmerece este hecho a los ideólogos de la flotilla. Su primer objetivo es denunciar la situación de hambruna insoportable provocada por Israel en Gaza. Evitar cualquier tentación de desviar el foco sobre la indecencia de una población civil diezmada ante los ojos impasibles del mundo. Tan impasible ante el hambre como ante el asesinato sistemático de los periodistas que intentan explicarla desde Gaza.

Tan loable objetivo ha servido también para devolver a Colau al primer plano político. Justo a dos años de las elecciones municipales. Sin que su partido haya sido capaz de decidir si quiere intentar siquiera un nuevo liderazgo en Barcelona. ¿Quién puede soñar un relanzamiento mejor?