El consistorio de Barcelona tiene previsto aprobar una nueva ordenanza sobre comercio callejero. Las licencias de las paradas de los mercadillos fueron autorizadas en 2010 y caducan ahora.
Para facilitar que los paradistas pudieran amortizar sus instalaciones, el Ayuntamiento les dio permiso nada menos que para 15 años. Si ahora no se renueva la normativa municipal, la única alternativa sería una prórroga por otros 15.
Tengo la sospecha de que la Coordinadora de los Mercats de Pagès trata de conseguir precisamente esa renovación automática. No está nada mal, 30 años –toda una vida laboral-- para absorber el coste del toldo y las cuatro tablas sobre las que se exponen las cajas con la mercancía kilómetro cero.
La coordinadora, que dice representar a 70 trabajadores del campo, ha puesto el grito en el cielo porque el distrito del Eixample dará licencias personales, no colectivas. Dice que eso es un atentado contra el espíritu de la revolución pagesa que ellos encarnan y que persigue la independencia alimentaria de los barceloneses.
Esta entidad se presenta así en su web: “En un contexto en el que los mercados municipales han dejado de ser un espacio de conexión entre los payeses del territorio y los consumidores, los mercados de payés emergen como una solución de venta directa en pleno desarrollo”.
Por eso ha nacido con la “voluntad de devolver a la ciudad su soberanía alimentaria llevando a los payeses al centro de los barrios de la ciudad”.
Ya se ve que tratan de reemplazar a los mercados municipales. Se han instalado junto al de Sant Antoni –de donde fueron expulsados por las protestas de sus comerciantes— y al de Sagrada Família, que pasa por serias dificultades de supervivencia como le ocurre al de la Concepció.
En Sagrada Família, el Mercat de Pagès se planta cada domingo con paradas que cambian en función, según la coordinadora, de los productos que ofrece la temporada agrícola. Cabe preguntarse qué papel tienen en ese esquema los fogones que cocinan paellas con “cuiners del pais”.
No solo hacen competencia desleal al maltrecho mercado y a tiendas especializadas --como las de los pakis, los nuevos ricos de Ametller Origen o la excelente Artigas--, sino que también castigan a los restaurantes.
En Barcelona, los Mercats de Pagès no tienen más justificación que la de una mera atracción turística más.
Ayer estaba prevista una reunión entre el Ayuntamiento y la coordinadora, que reclama un trato especial para sus payeses. Confiemos en la sensatez de los representantes consistoriales.
Primero, lo que dice el sentido común, y la Acco: concesiones mucho más breves; nada de 15 años y mucho menos prórrogas de otros tantos. Después, licencias individuales. Y, finalmente, en lugares donde den un servicio a los vecinos como es el caso de los pueblos del área metropolitana donde las familias solo pueden comprar en supermercados e hipers; por supuesto, no en el Eixample.