La fiesta literaria Kosmopolis llega a su edición número 25 (del 22 al 26 de este mes) y aprovecha, en colaboración con Comic Barcelona, para traernos al CCCB a unos cuantos representantes de la vanguardia historietística norteamericana, con los que ayer dio inicio a sus fastos anuales.

Para los aficionados a los comics, esta clase de detallitos resultan muy de agradecer. Ya hace un tiempo que el grueso de la sociedad ha dejado de reírse de nosotros y de considerarnos unos infantilones empeñados en seguir leyendo tebeos a edades avanzadas, pero la industria del comic aún está lejos de ser tan respetada como la de la literatura o la del cine.

Por no hablar de las bajas ventas en España del comic de autor, que a veces no llega ni a los trescientos ejemplares de un álbum. Lo que más se sigue vendiendo son los tebeos americanos de súper héroes y los manga japoneses. Los autores locales en la línea de los ilustres invitados de Kosmopolis suelen, salvo algunas excepciones, pasarlas canutas para llegar a fin de mes.

Así pues, aunque lo de Kosmopolis sea un espejismo, bienvenido sea para hacernos una idea de cómo podrían funcionar las cosas en un mundo ideal. Las estrellas de este año son Art Spiegelman (Estocolmo, 1948), su esposa, Françoise Mouly (París, 1955), Charles Burns (Washington D.C., 1955) y Chris Ware (Omaha, Nebraska, 1967).

Hijo de víctimas del holocausto judío, el señor Spiegelman, neoyorquino de adopción, saltó a la fama con su libro Maus, ganador del premio Pulitzer (primer comic en lograrlo), una fábula cruel sobre el nazismo protagonizada por ratones judíos y gatos hitlerianos. Y aunque no sería del todo justo considerarle un autor de una sola obra, lo cierto es que todo lo que vino después nunca ha brillado a la misma altura, como si nuestro hombre se hubiese vaciado en su primera y monumental obra.

Su mujer, la francesa Françoise Mouly no dibuja, pero ocupa un cargo fundamental para la ilustración universal: es la que decide quién publica y quién no en el prestigioso (aunque nada rentable para la casa madre, Condé Nast, que lo conserva por prestigio) semanario The New Yorker.

Charles Burns es uno de mis autores favoritos de todos los tiempos y su magna obra es Black Hole (Agujero Negro), voluminosa pesadilla adolescente, perversa como ella sola, sobre una rara enfermedad que se ceba con los más jóvenes de la sociedad norteamericana. Plagada de insinuaciones sexuales, Black Hole, como el resto de la obra de Burns, se mueve en un terreno muy inquietante que tiene bastantes puntos en común con las películas del gran David Lynch.

Con Chris Ware entro en conflicto con casi toda mi generación, que lo considera un genio (el CCCB le dedicó una exposición no hace mucho). El tipo dibuja muy bien y su nivel de detalle es impresionante, pero lo que cuenta me deja frío. A veces parece un dibujante de comics para dibujantes de comics, ya que en el oficio se le venera. Formalmente impecable, el sentido de sus abigarradas historias se me escapa.

Durante la estancia de estos señores (y señora) en Barcelona, se han programado charlas con todos ellos, menos con Ware. A Spiegelman le ha tocado charlar con uno de sus mayores fans en España, el dibujante Max (Francesc Capdevila). Françoise Mouly se las tiene con Javier Mariscal. Y Charles Burns con Beatriz García Guirado. Chris Ware, por su parte, pintará un mural durante tres horas, mientras responde a las preguntas de sus lectores.

Iniciar una fiesta literaria hablando de tebeos es señal de que éstos ya han sido aceptados por la comunidad cultural. Ahora ya solo falta que las ventas sean un poco más euforizantes.