La Barcelona actual está más equilibrada económicamente que la de hace unos años. Y, desde luego, que la de hace bastantes años. Lo muestra la encuesta sociodemográfica correspondiente a 2024.
En 2022 la tasa de pobreza relativa era del 22,9% de la población. Al terminar 2024 se había reducido hasta el 19,9%.
Pese a ello, aumentan las diferencias entre el distrito más rico (Sarrià-Sant Gervasi) y el más pobre (Nou Barris).
En algunos distritos se ha producido también un repunte del porcentaje de pobres de solemnidad.
Se diría que la ciudad nota el impacto de las mejoras económicas, aunque el incremento de renta se reparte desigualmente.
Lo cierto es que en estos momentos la batalla por el reequilibrio de la riqueza la están dando más algunos gobiernos que los propios pobres.
En el caso de Barcelona y su área metropolitana, los ayuntamientos se han situado a la cabeza en el intento de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.
La Generalitat, hasta ahora, estaba ausente. Cuando no en contra, como ocurrió durante los gobiernos nacionalistas que se esforzaron todo lo posible por recortar los servicios públicos.
Esta misma semana se ha divulgado una encuesta que apunta a la caída de confianza en la sanidad pública. Es un triunfo políticamente póstumo de Artur Mas y Boi Ruiz, que pasó del sector privado al público con la consigna de hundirlo y potenciar la medicina privada.
En Barcelona las mutuas viven un momento esplendoroso mientras que en Madrid Quirón se codea con el compañero de la presidenta de la comunidad.
El gasto sanitario, que debería de ser nulo si funcionara la sanidad pública, incrementa el sentimiento de pobreza de la parte menos favorecida de la población y se suma al elevado coste de la vivienda en Barcelona.
El problema real, se mire por donde se mire, es ser pobre. Cuando se dice que los jóvenes tienen problemas de acceso a la vivienda conviene precisar: los jóvenes pobres. Los hijos de los directivos del BBVA y del Sabadell y del Santander si tienen problemas son de otro tipo.
El gobierno de Salvador Illa acaba de poner en marcha una nueva ley de barrios (a imagen y semejanza de la que impulsó el primer tripartito, con Maragall en la presidencia), a la que se han acogido Barcelona, L´Hospitalet, Cornellà y hasta 80 municipios más. Es un primer paso hacia nuevas mejoras. Lentas, pero al menos apuntan hacia alguna parte.
La tendencia general de los mercados no es a equilibrar sino a ensanchar las diferencias. Entre barrios, entre comunidades, entre naciones. Entre ricos y pobres, palabras que recuperan todo su sentido.
La encuesta demográfica, que registra la reducción general de las situaciones de pobreza en la ciudad, señala también que no se da en todos sus barrios. Las excepciones son Les Corts y Horta.
Ciutat Vella sigue siendo el distrito con más pobres en situación extrema (un 6,4%), aunque ha mejorado bastante respecto a 2020, cuando alcanzaba el 16%. El segundo es Sants-Montjuïc (3,7%). Donde hay menos miseria es en Sarrià (0,7%).
Hay quien sostiene muy en serio que se ha acabado la lucha de clases. Tal vez. Si así fuera sería porque las clases bajas han dejado de luchar y han asumido como inevitable aquella vieja profecía marxista que decía que los ricos serán cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres.
También lo han asumido los ricos, que desde hace un tiempo no tienen empacho en hacer ostentación de sus riquezas. Incluso en un país como España en el que el catolicismo exaltaba la pobreza frente al calvinismo centroeuropeo que consideraba la riqueza una señal del favor divino.
Que en Barcelona se haya vivido una tendencia ligeramente inversa en los últimos cuatro años es consecuencia de la actuación de gobiernos de izquierda o, para no exagerar, de centro izquierda.
Porque aquella izquierda que cuestionaba el derecho a la propiedad infinita está hoy metida en otros asuntos. Algunos probablemente justos y hasta urgentes.
Gaza duele a cualquier persona con un mínimo de sentimiento conmiserativo. Pero no debería ser el único factor de movilización. A veces, como sostenía Sartre: “la mejor forma de luchar por los esclavos de allá es luchar por los esclavos de aquí”.
