En una canción de The Velvet Underground, Lou Reed decía que la electricidad venía de otro planeta (Electricity comes from another planet), y creo que la gente de Junts, ERC y los Comunes en el Ayuntamiento de Barcelona no solo están de acuerdo con el difunto señor Reed, sino que consideran que la electricidad debe quedarse en su planeta de origen y no dejarse ver por nuestra: querida ciudad.

Llego a esa conclusión tras enterarme de que nuestra querida guardia urbana se va a quedar sin las veintidós pistolas Taser que le habían prometido Jaume Collboni y Albert Batlle: los tres partidos citados en el párrafo anterior han votado en contra del nuevo armamento, aunque parezca lógico que se recurra a él, ya que la delincuencia está ligeramente desmadrada y, puestos a reprimir, un trasto eléctrico a medio camino entre la porra y la pistola suena a opción razonable: mejor una descarga eléctrica que un disparo en la cabeza, ¿no?

Pues parece que no. Entiendo la posición de los comunes (y corrientes) porque intuyo que ellos consideran que se puede reprimir manifestaciones con nubes de algodón de azúcar de las que se venden en las ferias (eso sí, nada de manzanas acarameladas, que igual le abres la cabeza a alguien), pero la de Junts, gente teóricamente de orden, y la de ERC, meapilas patrióticos de misa dominical o diaria (igual creen que basta con mostrar un crucifijo a los delincuentes, como hacía Peter Cushing con Christopher Lee en las películas de la Hammer sobre el conde Drácula) se me escapa, aunque supongo que es achacable a la costumbre de la oposición de hacerle la vida imposible al que gobierna.

Cierto es que las pistolas Taser pueden jugar malas pasadas. Más de uno la ha palmado tras recibir una descarga excesiva, sobre todo si acarreaba una condición médica de cierto riesgo. Pero los trastos se han perfeccionado, la policía de todo el mundo ha aprendido a usarlos y yo diría que son una buena propuesta para tratar a delincuentes ingobernables sin tener que llegar al molesto extremo de matarlos.

Ya sabía que los comunes vivían en los mundos de Yupi, pero ahora veo que tampoco te puedes fiar de los separatistas para poner orden (AC aún no está en el ayuntamiento, pero intuyo que también habrían votado en contra porque consideran absurdo recurrir a la electricidad, que viene de otro planeta, cuando puedes descerrajarle unos tiros al primer español o moraco que se te ponga farruco).

La prohibición de las Taser llega poco antes de una celebración en la que tal vez podrían haber resultado muy necesarias. Me refiero a esa exhibición de antiguos vagones del metro que se inaugurará el próximo diez de noviembre frente al centro cultural de la Farinera del Clot. Trenes históricos, supongo que convenientemente restaurados, que permitirán al público ver cómo se movían por la ciudad sus padres y abuelos.

La celebración peligra porque una pandilla de grafiteros ha anunciado por Internet su intención de presentarse ahí y dedicarse a enguarrar artísticamente los vagones expuestos. Hasta han decidido dar un premio de 40.000 euros al colega que consiga pintarrajear el vagón más antiguo (aunque esto no se lo cree nadie: ¿de donde van a sacar 40.000 euros esos pelacañas del arte reprimidos por el sistema?

No se me ocurre mejor momento para estrenar las pistolas Taser que durante esa exposición, justo cuando aparezcan los chicos del aerosol. Unas buenas descargas y se acabó lo que se daba. Pero no va a poder ser, dada la actitud de la oposición municipal. En fin, que luego no se quejen cuando un policía resulte apuñalado o un delincuente acabe muerto.