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La plaza de Sant Jaume iluminada esta Navidad

La plaza de Sant Jaume iluminada esta Navidad Ajuntament de Barcelona ( Sergio Ramos Ladevesa)

Opinión

La Navidad tradicional de Collboni

"El trabajo de los pesebristas es digno de los elogios del alcalde. Quizá el problema radique en la renuncia a instalar el Belén en la plaza. Muerto el perro se acabará la rabia, debía pensar Collboni cuando decidió acabar con esa tradición que se había convertido en centro de la polémica navideña en Barcelona"

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“En Barcelona tenemos una Navidad tradicional”. No es una afirmación cualquiera. Lo dice el alcalde Jaume Collboni en el transcurso de la muy tradicional recepción navideña a la prensa, copa de cava mediante.

Por tercer año consecutivo el primer edil se defiende de las quejas por haber enclaustrado el belén entre las paredes del Ayuntamiento con un encendido elogio del trabajo realizado por la Asociación de Pesebristas. Tras el encuentro con la corporación municipal en el Saló de Cent no me resisto comprobarlo.

Es cierto. El trabajo de los pesebristas es digno tanto de los elogios del alcalde como de las largas colas que se organizan frente a la entrada principal del Ayuntamiento para admirarlo.

Barcelona disfruta este año de una Navidad tan tradicional, añadía este lunes su primer edil, que compartió el encendido de las luces navideñas con el mismísimo alcalde de Belén. El único con más autoridad que el alcalde de Vigo en términos de luces navideñas, aseguraba Collboni jocoso.

Nicola Canawati, que así se llama el alcalde de Belén, compartió el encendido navideño con Collboni entre palos de caramelo, música y efectos especiales. Al hacerlo activó 26 kilómetros de espacios con luz, 16 más que el año pasado. Un despliegue de récord.

De hecho, en la última década Barcelona ha multiplicado en un 355% la factura de la iluminación navideña, hasta los casi 4 millones de euros de este año. Un crecimiento exponencial que no es nada extraordinario en nuestro entorno. La explosión lumínica se vive con igual generosidad en todas las ciudades metropolitanas, por no hablar de la competición inaugurada hace años por Vigo, o el despliegue de luces de Madrid.

Si existe un ámbito inmune a los llamamientos al ahorro energético, ese es el de las luces de Navidad. Qué lejos parece haber quedado la oscuridad del Senyor Hivern en los primeros años de mandato de Ada Colau.

Con una excepción: la mismísima Plaza Sant Jaume, donde Ayuntamiento y Generalitat, Salvador Illa y Collboni, se han puesto de acuerdo para una iluminación entre triste y sosa.

Quizá el problema radique en la renuncia a instalar el Belén en la plaza. Muerto el perro se acabará la rabia, debía pensar Collboni cuando decidió acabar con esa tradición que se había convertido en centro de la polémica navideña en Barcelona.

Pero el resultado es una plaza Sant Jaume desangelada, con el árbol -esta sí que es una tradición importada- en un rincón y un espacio vacío y oscuro entre las dos fachadas iluminadas al alirón.

Si a ello sumamos que la Fira de Santa Llúcia también ha vivido tiempos mejores -cuando las paradas invadían la explanada de la Catedral y las calles adyacentes- el resultado es un centro más bien tristón, por contraste con la explosión de luz y color a partir de la Plaza Cataluña.

Y ahí es donde falla, en mi opinión, la afirmación del alcalde. La Navidad tradicional, por lo menos en la memoria de mi infancia, transcurría entre las paradas de la Fira de Santa Llúcia, el pesebre de la Catedral -con sus patos paseando por el claustro- y el de la Plaza Sant Jaume.

Una ruta amputada con la decisión de vaciar la Plaza Sant Jaume. Y como todo el mundo sabe, no hay Navidad tradicional sin retorno a los paisajes de la infancia.