Antoni Carbonell, más conocido como Sicus Carbonell es, como líder de la formación Sabor de Gràcia, uno de los máximos exponentes de la Rumba Catalana actual. Algunos le consideran el heredero natural de Peret, aunque él y su grupo le han dado otra dimensión a este género musical que tanto nos define. Se siente orgulloso de ser gitano y se siente orgulloso de ser del barrio de Gràcia.
Gràcia, nos dice, es algo que se lleva en el corazón y viva donde viva, soy y seguiré siendo de este barrio.
Ser de Gràcia es algo especial ¿verdad?
Sí, sí, totalmente. Yo nací y viví durante 25 años en Gràcia hasta que, como a mucha gente, la vida te lleva a moverte y vivir en otros lugares que también son fantásticos. Pero Gràcia es algo que se lleva en el corazón. Yo siempre les digo a mis hijos que cuando muera quiero que el coche fúnebre haga un recorrido por las calles de Gràcia. Me contestan riendo que, hasta cuando muera, seré complicado. Los que conocéis el barrio sabéis que muchas de las calles son estrechas y no es fácil circular por allí.
Naciste allí.
Concretamente en la calle Francesc Giner, en el número 28 donde vivían mis padres. Aunque yo me crie más con mis abuelos que vivían en la calle Diluvi 5, hasta que mi abuela compró un piso en la calle Torrent de l’Olla cuando todavía se llamaba Menéndez Pelayo. Mi abuelo se enfadó mucho, lo veía como una locura de mi abuela, pero el tiempo le dio la razón a ella ya que ese piso en poco tiempo multiplicó su precio de forma increíble. Mi abuela era una gitana con estudios, cosa muy rara en aquella época y mi abuelo nunca había podido estudiar, aunque tenía un don especial.
El Oncle Manel ¿no?
Sí, así es como todo el mundo le llamaba. Como te contaba, no tenía estudios, pero poseía una capacidad de trabajo impresionante y un compromiso con la justicia y con su gente que era incuestionable. Fue el fundador de la Unió Gitana de Gràcia y uno de los impulsores de la Federació d'Associacions Gitanes de Catalunya, entidades que se comprometieron con la integración y desarrollo del pueblo gitano en Catalunya. Fue amigo de Pascual Maragall o Jordi Pujol, entre otros, y se le reconoció su labora otorgándole la Creu de Sant Jordi en 2004 y la Medalla d’Honor de Barcelona en 2005. ¡No está mal para un gitano sin estudios! Murió hace año y medio y nos dejó un gran vacío. Personas como él son irrepetibles y muy necesarias en cualquier sociedad.
Y creo que tenía muy buena amistad con Peret.
Eran más que amigos. Cuando mi madre era pequeña, mis abuelos emigraron a Argentina buscando nuevas posibilidades. Las cosas les fueron muy bien a base de mucho trabajo. Mi abuelo tenía tres trabajos: ebanista, que era su oficio, vendedor de telas, junto a Peret, y taxista. Y mi abuela, además de coser, posaba como modelo de calendario ya que era muy, muy guapa. Con Peret montaron un negocio de venta de telas para hacer trajes, mi abuelo fijo en Argentina y Peret yendo y viniendo. Antes de uno de sus viajes, grabó su canción Lola, y estando en Argentina recibió un telegrama donde le decían que volviera para grabar más canciones porque Lola había funcionado muy bien. En un par de años ya empezaba a ser una figura de la música en España. Mi abuelo le preguntó cómo le iban las cosas en la música y él le respondió: “Muy bien Manel, creo que me podré ganar la vida en esta profesión” Mi tío se alegró mucho por él, pero al mismo tiempo le dijo que la sociedad entre ellos nunca se rompería y que si en algún momento lo necesitaba, podía volver al negocio que tenían entre los dos. El resto es historia, ya sabemos que Peret no necesitó volver nunca al negocio de las telas, pero siguió siendo muy amigo de mi abuelo, y su socio. Yo diría que casi un hermano.
¿Qué es para ti ser un gitano de Gràcia?
Te explico, hay dos vertientes muy distintas en tu pregunta: la de ser gitano y la de ser de Gràcia. Si te hablo de ser de Gràcia, te puedo contar que mi familia por parte materna ha vivido en Gràcia desde hace más de 200 años. Cuando Gràcia era un municipio distinto de Barcelona, sus primeros pobladores fueron Gitanos y una de esas familias que se instaló en el pueblo era la mía por parte de madre. Por eso, cuando hablas de Gràcia, hablas de un trozo de mi corazón. La familia de mi padre procedía de cerca de Reus. Eran todos muy deportistas, algunos muy buenos futbolistas, pero en una época que el fútbol no era lo que es ahora. Pero eran también de Reus desde tiempos inmemoriales. ¡El primer documento legal de ellos en Reus se remonta a 1743! Ya ves que lo de gitano catalán en mi caso es muy cierto. Por eso me hace cierta gracia cuando me hablan de integración, como si hubiéramos llegado ayer a esta tierra. Un día dije una frase en televisión cuando me preguntaron por la integración, que tuvo bastante revuelo: “soy más catalán que muchos de los que están actualmente en el gobierno de la Generalitat”. Pero no decía ninguna mentira.
¿Ser de Gràcia es un sentimiento?
Totalmente, es un sentimiento de pertenencia a un pueblo. Recuerdo que cuando era niño en la calle Francesc Giner todavía había muchas casitas bajas. Los bajos, por aquel entonces, no eran negocios como ahora, eran viviendas. En verano, las abuelas se sentaban delante de la puerta para estar un poco más frescas y recuerdo perfectamente que, si un día andabas distraído y te olvidabas de dar los buenos días o las buenas tardes, te caía una colleja de impresión. Y no eran solo gitanas, también las vecinas payas. Pero esa convivencia la encontrabas también en lo bueno. Si un día volvías del cole y tu madre se retrasaba por cualquier cosa, siempre había la vecina que te decía que entraras en su casa a merendar. Era un pueblo, todos nos conocíamos. Ahora queda poca gente de la época y todo ha cambiado mucho. A veces cuando voy a Gràcia, salgo enfermo de nostalgia de cómo eran esas calles, de cómo era esa gente, de cómo era nuestra vida en esos tiempos. La convivencia entre todos era total, por encima de gitanos o payos, éramos todos de Gràcia.
¿Y qué significa ser gitano?
Para mí un orgullo. Yo siempre digo que por más vidas que tuviera, yo querría volver a nacer gitano catalán. Es cierto que a veces te encuentras con algún problema, aunque yo nunca he sentido rechazo frontal por el hecho de ser gitano. Pero sí que he vivido una cierta doble moral. La de la gente que alaba lo bien que cantamos o lo morenitos y guapos que somos, pero al mismo tiempo no te quieren viviendo en su misma escalera o no querría que una hija suya se casara con un gitano. Yo antes llevaba el pelo más largo y, eso, en combinación con mi piel morena, era una garantía para que te parara la policía día sí día también. Recuerdo una anécdota en unos conocidos grandes almacenes donde un guarda de seguridad me iba siguiendo a todas partes. Al final me cansé, me di la vuelta y enseñándole el dinero que llevaba le dije: mira, yo he venido aquí a comprar y llevo dinero, pero si me continúas siguiendo a todas partes, optaré por irme a comprar a otro comercio y daré parte de tu actitud. Se excusó, algo avergonzado, diciendo que hacía su ronda, pero era evidente que no se fiaba de mí, que no se fiaba del gitano. Este tipo de cosas hacen daño, pero estaban, están y estarán. Creo que van a la baja, pero no podemos negar que existen este tipo de comportamientos hacia gitanos, gays u otros colectivos. Pero ser gitano significa tener unos valores, una actitud delante de la vida, que llevo con orgullo y no cambiaría por la de ninguna otra cultura, aunque las respeto profundamente todas.
¿Cómo llegas a la música?
No creo que sea un tema genético a no ser que nos remontemos a mi bisabuela materna que cantaba muy bien flamenco y sus hermanos que habían sido guitarristas, uno de ellos de Carmen Amaya. ¡Mi padre, por ejemplo, es totalmente arrítmico! ¡Cuando vamos a la iglesia le pido que no canté porqué hace que yo me pierda! Ah, y un antepasado mío fue compositor de música clásica. Eso sí, al estilo gitano. Hacía composiciones y las vendía sin firmar, como al por mayor. Sólo tenemos una en que aparece su nombre.
Pero lo mío empieza cuando siendo muy niño mi abuelo me regala un año por reyes una guitarra Admira, con su funda a cuadros rojos y blancos, y que en aquel momento era bastante más grande que yo. Mi abuelo, que era observador y conocía a la gente, se dio cuenta de que yo, en bodas y fiestas, en lugar de estar correteando por ahí con los demás niños, estaba escuchando a los músicos cantar y tocar. Vio que me gustaba la música y sin decir nada me regaló la guitarra. Así que, me encontré con una guitarra en las manos sin tener ni idea de cómo se tocaba. En ese momento no existían los tutoriales por internet ni nada parecido, así que, empecé a aprender a base de muchas horas y fijarme mucho en cómo lo hacían los profesionales. Soy totalmente autodidacta. Recuerdo que con 8 o 9 años, en verano, me ponía en el balcón a tocar y cantar, y la gente que pasaba por la calle me aplaudía. Yo estaba entusiasmado ¿tenía mi público! Un día subió una vecina, una mujer encantadora, y me padre empezó a regañarme diciéndome que ya me había advertido de que los vecinos al final nos llamarían la atención por tanto alboroto. La vecina le interrumpió rápidamente y le dijo que no subía a quejarse, que subía a decirle a mi padre que me apuntara a una escuela de música porque yo tenía talento y que sería el sustituto de Peret. Cuando había fiesta mayor en el barrio, nos dejaban hacer pequeñas actuaciones en los descansos de los payasos. Éramos solo críos, pero lo hacíamos bastante bien y nos divertíamos mucho.
Empezaste muy pronto.
Sí, ¡era un criajo! Y con 9 años me propusieron grabar mi primer disco. Volví a casa dando saltos por la calle, pero enseguida se me hundió el mundo. Mi padre me dijo que ni hablar, que a mi edad debía estudiar y que ya grabaría discos cuando fuera más mayor. En aquel momento le hubiera estrangulado, pero con los años le he dado la razón. Un artista es importante que primero se forme, aprenda a hablar, tenga una cultura y se sepa comportar. Cuando bajas de un escenario debes ser una persona formada, debes poder comunicarte con la gente y no ser una especie de ser primitivo. Eso lo había aprendido de Peret y desde pequeño admiré ese saber estar suyo, arriba y abajo del escenario, que me servía de modelo. Seguí estudiando y seguí cantando, todo a la vez, sin olvidar que cada cosa era igual de importante.
Peret sale constantemente en la conversación.
Claro, es un referente para nosotros. Hablé mucho con él durante toda mi vida, pero especialmente en sus últimos años, cuando los dos vivíamos en Mataró. Hablábamos de todo, política, deporte, música. Y en lo referente a música discutíamos mucho. Él no aprobaba la fusión que nosotros hacemos de la rumba con otros géneros, hasta que un día le di un argumento que “compró”. Simplemente le dije que, si hacíamos lo mismo que él, siempre estaríamos a su sombra, nunca le podríamos igualar y no aportaríamos nada para que la Rumba Catalana estuviera donde se merece. Le convencí. Era un auténtico fenómeno. Recuerdo un día en que nosotros hacíamos una actuación en un festival y después cantaba él. Ya estaba enfermo y un poco débil y, cuando le vi que iba a salir el solo con su guitarra al escenario, nos ofrecimos a estar dos o tres de nosotros con él para ayudarle. Nos dijo que no hacía falta, salió al escenario, saludo, preguntó al público qué canción querían escuchar y empezó. Lo que siguió fue alucinante, todo el mundo en pie cantando la canción y él con una enorme sonrisa en medio del escenario. Pocos artistas tienen ese poder. Por eso nos hace tanta ilusión nuestro último disco de homenaje a Peret y, cuando nos lo propusieron, paramos todo lo que hacíamos para centrarnos en él. ¿Sabes que tuvimos que hacer un doble porque un montón de artistas de primera línea querían participar? ¡Aun así, no pudo entrar todo el mundo! Eran artistas de todos los puntos de España y de otros países. Peret no era sólo patrimonio de Catalunya, era universal.
¿Y qué pasa con la Rumba que se valora más fuera que aquí?
Nos pasa en muchas cosas, debe ser parte del carácter catalán. Parece que tengan que venir de fuera a decirnos que lo nuestro es bueno para que lo valoremos. Yo mismo lo he vivido en muchos países donde hemos actuado en grandes teatros donde la gente ha acabado bailando como locos. Pero no lo sabemos exportar, no lo sabemos vender fuera. Y es algo nuestro, único, creado aquí por Peret y que siempre nos representa en los grandes eventos que organizamos. Pero parece que no acabamos de creérnoslo. Para que te hagas una idea, nosotros hacemos más de 70 actuaciones al año en eventos de empresas internacionales en Barcelona que quieren la rumba, que la disfrutan, y la gente lo pasa de maravilla. Un ejemplo: nosotros hicimos una gira por Puerto Rico, Venezuela y Chicago. Cuando acabamos la gira, ¡nuestros bolos en España se habían cuadriplicado! Y dices: chicos, ni hace un par de meses éramos tan malos ni ahora somos tan buenos, somos los mismos.
Y otro aspecto importante, nosotros podemos llenar salas como Luz de Gas u otras, pero ¡busca a un grupo de rumba en uno de los grandes festivales musicales de Catalunya! No lo encontrarás. Terminaría diciéndote que deberíamos querer algo más lo de casa, lo nuestro, evidentemente sin rechazar lo de ninguna otra parte porque nada enriquece más que la fusión de culturas.
Sicus es hablador, educado, amable y las cosas que te cuenta tienen mucho sentido. Ama la música, ama la rumba y, por encima de todo, ama a su gente y al barrio que lo vio nacer: Gràcia.