Manuel Valls (Barcelona, 1962) es la viva imagen del zoon politikón –el hombre como animal político-- acuñada por Aristóteles. El político francoespañol, nacido en la calle Campoamor del barrio de Horta, ha estado ligado a la política desde su juventud, cuando se afilió a sus 17 años al Partido Socialista Francés (PS).
¿Por qué en Francia y no en España? Según fuentes de su candidatura, Manuel Valls se vio arrastrado por su padre que, enamorado de la luz de París, decidió instalarse en la capital francesa. Por ese motivo, y no otro, desarrolló gran parte de su carrera profesional en el país vecino.
DISCÍPULO DE ROCARD
Una de las primeras decisiones de Valls fue estudiar Historia en la Sorbona de París, uno de los epicentros revolucionarios de Francia durante mayo del 68'. Lejos de abrazar el marxismo –dominante en la esfera universitaria en aquélla época— Valls se afilió al sindicato socialista de estudiantes, que compaginaba con su militancia en el PS. Ya de joven, se alejó de los postulados más izquierdistas del socialismo francés, encarnados por François Mitterrand, y se entregó a Michel Rocard. Pese a representar al ala minoritaria del PS, Valls vio en Rocard el referente político a seguir, del que se convirtió en uno de sus discípulos junto a Emmanuel Macron.
Así pues, su paso a la política española de la mano de Ciudadanos no debe concebirse como un volantazo ideológico. Ya de joven, Valls se sintió cómodo en el espacio socioliberal que empezaba a permear en los partidos socialdemócratas en la segunda mitad del siglo XX. ¿Y quiénes son sus referentes ideológicos? Según él, las figuras que más le han influido en su trayectoria han sido Billy Brandt, Olof Palme y Felipe González, aunque también menciona a George Clemenceau, Simone Veil o François Mitterrand.
MANO DE HIERRO
En cuanto a su praxis política, ésta ha ido en consonancia con sus postulados ideológicos: una suerte de socioliberalismo con una gran dosis de mano de hierro, lo que le llevó a ser conocido en Francia como el Sarkozy de izquierdas.
Manuel Valls en una imagen de archivo / EFE
Sus mayores polémicas, así como sus grandes logros, han venido determinados por sus políticas de seguridad. Le pasó como alcalde de Evry, luego como ministro del Interior y finalmente como exprimer ministro de Francia. En su nueva aventura como alcaldable de Barcelona, tampoco ha querido renunciar a lo que le llevó a la fama. Durante la presente campaña, saca a relucir siempre que puede sus recetas mágicas para combatir el aumento de la delincuencia en Barcelona. Un ejemplo: su promesa de acabar con el top manta en tan sólo 90 días.
OBSTÁCULOS EN SU CARRERA
A la espera de las elecciones municipales del próximo domingo, conviene repasar la carrera política de Valls, que no ha estado exenta de obstáculos. Su brillante currículum no le ha impedido caer en una de las grandes desgracias de cualquier político: aterrizar en el bando perdedor, sea la derrota por méritos propios o ajenos.
Tras dos años como primer ministro de Francia, y en plena crisis del socialismo francés, Valls presentó su dimisión a François Hollande en 2016 para concurrir a las primarias a la presidencia de su partido. Su rival, Benoît Hamon, se impuso contra todo pronóstico por un amplio margen del 58,5% de los votos frente al 41,4% de los apoyos recabados por Valls. La derrota supuso su renuncia al socialismo francés, del que renegó definitivamente en 2017 al abandonar su militancia.
DESCONFIANZAS DE MACRON
Acto seguido, coqueteó con el partido de su excompañero de filas Emmanuel Macron, llegando incluso a incorporarse a su grupo parlamentario en la Asamblea Nacional francesa. Sin embargo, el ahora presidente de la República lo condenó al ostracismo político. No lo apadrinó, ya que lo consideraba una persona poco fiable, según publicó el semanario Le Canard Enchaîné.
"Lo creo capaz de cualquier mala jugada", dijo de él Macron en una conversación privada. El mismo diario aseguró que las intenciones de Valls pasaban por recuperar la cartera de Interior, ya con Macron como presidente de la República francesa.
Manuel Valls y Emmanuel Macron en una imagen de archivo / EFE
DESAVENENCIAS CON RIVERA
Valls regresó a Barcelona, su ciudad natal, donde vio en Ciudadanos un encaje político más adecuado que su anterior familia socialista para relanzar su carrera. Sin embargo, desde un inicio ha marcado perfil propio frente a Albert Rivera, con el que ya ha mantenido serias discrepancias políticas. En esta ocasión, y a diferencia de lo que era habitual en el Partido Socialista, lo hace para defender una postura más izquierdista, o si se quiere más centrista, frente a los virajes derechistas de Rivera.
Así pues, la disonancia cognitiva ha perseguido al político de Horta tanto en Francia como en España, cuyas consecuencias suelen ser fatales en la política de partidos.
EL TERRORISMO COMO TRAUMA
Más allá de la política, Valls también trata de disfrutar de Barcelona siempre que puede. Según él, su "domingo perfecto" es ir a comer con su pareja "al lado del mar en Barcelona", y sobre todo, disfrutar de sus hijos cuando vienen a verle. Cuando es preguntado por su calle favorita, se decanta sin ambages por la plaza de la Concòrida, en parte por el significado de la propia palabra que da nombre al lugar.
¿Y cuál fue, para Valls, el momento más duro de su carrera política? "El terrorismo, sin duda. Viví la crisis económica, del euro, de Grecia, del partido socialista que fue permanente, pero el terrorismo fue lo peor. Vivir protegido todo el día, pensando que podía repetirse. 2015, 2016 y 2017... son momentos difíciles", concluye en conversación con Metrópoli Abierta.