El Ateneu barcelonès cuenta con 150 años de historia, más o menos polémicos y politizados. Pero nadie tan incompetente como la actual presidenta, Isona Passola, ha logrado ponerlo al borde del estropicio total en tan poco tiempo. El Ateneu siempre ha sido el bombón cultural deseado por los partidos políticos catalanistas. Y Passsola lo ha puesto en manos de ERC gracias a su amigo Ernest Maragall. Antes, pasó por Junts pel Sí y por el referéndum.
Nacida para presidir y presumir, y más productora que cineasta, presidió la Academia del Cine Catalán, y preside el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, y la Asociación de Productoras Mediterráneas. El 2000, el consejero de cultura, Jordi Vilaojana, opinó que las actrices catalanas tenían que ser “más glamurosas y ponerse estupendas”. Escandalizó a la farándula, y Passola no captó el mensaje ni el consejo. Su paseíllo por la alfombra roja del Ateneu como primera señora que lo preside no ha sido estelar.
En menos de dos años ha sublevado y unido contra ella a los bibliotecarios de la casa, a la jefatura del servicio de bibliotecas y a la Facultad de Biblioteconomía. Un elenco de dimisiones de profesionales prestigiosos ha seguido a los despidos del bibliotecario y el gerente. Larga lista de críticas para tan breve tiempo: a su modo de gobernar, a su desinterés por la biblioteca, y a un presunto mal uso de las subvenciones. Al paso siempre altivo que lleva, igual no consigue aprender la diferencia entre presidir el Ateneu y organizar unos premiecillos de cine que desprestigian el nombre de Gaudí.