El PP ha elegido a un clásico del partido como candidato a la alcaldía de Barcelona. Abogado, periodista, ex diputado, ex senador y ex concejal, Daniel Sirera ha vivido desde los momentos más felices del PP hasta la casi irrelevancia del mismo en Catalunya. Profesional respetado y galardonado por sus actividades sociales y culturales, Sirera es el prototipo del militante leal y disciplinado que siempre ha sabido anteponer los intereses del partido a su propia carrera política. Sustituir a Josep Piqué al frente del PP catalán no fue tarea fácil, pero evitó su desaparición. Presentarse a la alcaldía es un acto de valor en los tiempos que corren, y más aún cuando estaba cómodamente situado en Valencia.

Sirera es conocedor de casi todos los secretos de Barcelona desde que su padre era un alto mando de la Guardia Urbana que vivió la transición del franquismo a la democracia y de la policía local mandada por militares a la dirigida por civiles. Aprendió desde su infancia valores como la disciplina y el espíritu de servicio. Además de un interiorizado sentido del orden, su capacidad de diálogo, demostrado también como especialista en mediación, proviene de aquellos tiempos en que la política local se caracterizaba por el juego limpio, el trato educado, el pactismo, el pragmatismo y un estilo señorial. Es decir, desde los alcaldes socialistas hasta el convergente Trias.

Siempre en la oposición municipal, Daniel Sirera se presenta ahora con dos ideas fijas y optimistas. Una: ayudar a poner fin al colauismo. Otra: “devolver a Barcelona el brillo perdido”. Porque sabe que, como decía el alcalde Maragall, que en Barcelona una cosa lleva a la otra

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