Thomas Meyer

Thomas Andreas Meyer, fundador y CEO de Desigual, es un multimillonario que va de progre, se mezcla con sus empleados, parece ser abierto y campechano, vive en el Born, acude a la oficina en bicicleta, odia la corbata y aborrece la prensa. Nacido en Basilea, se inventó Desigual cuando iba por Ibiza de hippy con retraso en los años ochenta del siglo pasado. Es decir, que ha pasado de moda como persona, como empresario y sus prendas también han quedado tan anticuadas como su filosofía. A causa de todo ello, va acumulando pérdidas millonarias desde hace una década y ahora procede a reducir sus tiendas y su plantilla.

Pregonero de una ética empresarial basada en la sostenibilidad, el humanismo y otros valores del buenismo, a la hora de la verdad ha olvidado que toda ética tiene una estética y su reducción de capital humano se hace mediante despidos aleatorios, reducción de jornada a cuatro días semanales, rescisión de contratos a los empleados más antiguos, expedientes disciplinarios y despidos de mujeres tras la baja por maternidad. Es lo que cuentan empleadas que no dan su nombre por temor a represalias.

Con un capital de 1,3 billones de euros, según unas fuentes o 1.550 millones de euros, según otras, Meyer es uno de los hombres más ricos del mundo gracias a su idea inicial de trocear vaqueros usados y recoserlos para convertirlos en cazadoras. Fue cuando nació su empresa y su eslogan era “No es lo mismo”. Tenía toda la razón, porque, como dice otro lema: no es lo mismo un facha honesto que un progre cabrón.