Año 2021. José Luis Martínez Almeida restaura en Madrid la calle Crucero Baleares y Málaga se subleva contra él. Pasó que fue el buque franquista que asesinó a cañonazos a miles de republicanos que huían hacia Almería. La mayoría eran niños, mujeres y ancianos malagueños. Y fue la mayor masacre de la guerra contra la población civil, popularmente conocida como la Desbandá. Abril de 2022. El alcalde de Madrid se pasea por la procesión de Semana Santa de Málaga, saluda al público tan alegremente como un Rey Mago, y el pueblo llano le responde con críticas como: “Saludando como un monillo de feria en la Semana Santa de Málaga. Vergüenza ajena”. Semana Santa del 2023. Almeida desfila en la procesión malagueña cual chulapo y, para hacerse perdonar, afirma: “Málaga es la auténtica capital del Mediterráneo”.

Especialista en meter la pata cada vez que inaugura algo, le retratan chutando una pelota que va a dar contra los fotógrafos o pegándose morradas por el suelo en su torpe caminar, Almeida chuta contra Barcelona y el pelotazo va contra el PP de Catalunya y candidatos referentes de su partido como Daniel Sirera y García Albiol.  Decir que “Barcelona vive un proceso de decadencia” y “Málaga es un referente cultural y económico de España” está por demostrar, es un argumento cansino y causa otro daño colateral a la presidenta madrileña, Isabel García Ayuso, quien promociona la capital de España sin insultar a otras ciudades. Soltero de oro que ejerce de simpático profesional, es de aquella especie humana de la que hay que huir porque no son de fiar y por eso van siempre con sonrisa de conejo en la boca.