Creatividad, inspiración y una ambición justa, la necesaria para estar a gusto. Eso es lo que reivindica Santi Balmes (Barcelona, 1970), el líder y cantante de Love of Lesbian, el autor de letras que se han convertido en un himno para varias generaciones, como Los fans de John Boy. Balmes conversa con David Escamilla, escritor y también cantante. Metrópoli los reúne a partir del libro Esa pieza que no encaja (Principal), en el que los dos mantienen una "charla infinitiva" sobre la experiencia artística. Balmes razona, dialoga con calma, y tiene claro que Barcelona ha llegado a ser una ciudad "acotada, de dimensión humana" que le satisface. Hijo de una familia barcelonesa del Eixample, Balmes ha vivido la transformación de la ciudad. Y sostiene, sin inmutarse, que las ambiciones desmedidas pueden ser un problema. "Barcelona debe reivindicarse como la segunda ciudad, eso da mucha libertad, y hay que disfrutar de ello", asegura, en relación a esa pugna siempre presente en España entre la capital catalana y Madrid.
Balmes tuvo un primer momento inspirador: escuchó The logical song, de Supertramp, justo antes de entrar en la plena adolescencia. Era en un autocar, rumbo a una de aquellas excursiones escolares por las que se abandonaba la ciudad por un día. Un amigo le puso los auriculares de un walkman de la época y Balmes creyó "vivir en una canción". Lo señala junto a Escamilla, que incide en que eso es lo que se ha pretendido con el libro Esa pieza que no encaja, una inmersión en las canciones de Love of Lesbian, uno de los grupos indies con más éxito y más respetado en España. "Viví una experiencia tridimensional al escuchar una armonía hermosa, que sólo había escuchado con los Beatles, y quise vivir en esa canción", señala.
Pero, ¿cómo influye Barcelona en el líder de un grupo de música indie? Para comenzar, Balmes está "enamorado de Barcelona", de la ciudad actual, de la urbe que sigue un peldaño por debajo de las grandes ciudades globales, las más extensas. "Cuando viajo y veo ciudades como México DF, Madrid o Santiago de Chile, que son ciudades que se desparraman, echo de menos Barcelona, con su luminosidad, con su equilibrio humano".
Entonces, ¿hay que ampliar el aeropuerto, ser una ciudad con más ambición, ser la número uno? Balmes pide la palabra. Escamilla, previamente, considera que, al margen de la discusión sobre el aeropuerto, la ciudad debe asumir su papel, entre otras cosas para mantener "el sueño de ser la número uno". Si se consigue, a su juicio, se pierde el interés. Santi Balmes mira a la cámara y expresa su apuesta: "Reivindico mucho ser la segunda ciudad, eso te da mucha libertad, es como ser el segundo marido, o el segundo en otras cosas. Me gusta mucho una imagen de la serie La caída de la casa Usher cuando una mujer, que es el demonio, asegura que el mejor momento siempre es cuando se está a punto de conseguir algo importante. Se ha hablado de Barcelona como hipotética capital de un estado, pero creo que debe reivindicarse como la segunda ciudad, eso da mucha libertad. Disfrutemos de ser la segunda", sentencia Santi Balmes.
Porque, ¿tiene más pasado que futuro Barcelona? Balmes rechaza que la urbe haya estado en decandencia. "Responde a intereses concretos, pero cuando se dice tantas veces llegas a creerlo", asegura. Escamilla, en todo caso, considera que el pasado de Barcelona "es brillante, maravilloso, y el futuro ahora es incierto. Nos cuesta generar futuro, hay que ver por dónde va".
Las grandes ciudades tienen todas un problema: se parecen. Balmes entra de lleno en la discusión. "Me preocupa la despersonalización, con mucha gente flotante en la ciudad, con poca implicación. Se apuesta por una ciudad multicultural y está bien. Pero yo reivindico bastante la Barcelona de los noventa. Cuando se difundía la serie Les Teresines en TV3, sobre unas hermanas que vivían en Gràcia, realmente las podías ver, esas mujeres mayores, en el barrio, con el cine Verdi, un entramado social que ha cambiado". Escamilla menciona la tienda Vinçon en el paseo de Gràcia, que era el centro del diseño en Barcelona, que ahora es una tienda de ropa de moda.
Con la película Un lugar en el mundo en la retina, con José Sacristán, Balmes se identifica. Ese lugar en el mundo, para él, es Barcelona. E insiste: "Hay que disfrutar de ser la segunda ciudad, la ciudad alternativa. Es como cuando te fijas en una mujer o en un hombre que están muy bien, pero en realidad te gusta alguien especial, que está al lado. En un Barça-Madrid, la presión siempre la debe tener el Madrid, hemos creado una ficción dialéctica que es errónea", remata Balmes.
Ahora bien, ¿quiere Love of Lesbian --presente en los últimos años en todos los grandes festivales de música-- ser ese 'segundo' grupo? "Disfrutamos mucho no siendo el número uno, con ese margen de libertad de hacer cosas nuevas, con la convicción de que no eres la capital de nada. En Barcelona, además, lo mejor siempre sale del extrarradio". Escamilla apunta: "Lo mejor en Nueva York siempre surge del Bronx".
La conversación deriva sobre el 'telemáta' de Dublín. ¿Quién es? Se desvela en el libro, que firman Balmes y Escamilla. El inspirador de Balmes es "David Bowie". El John Boy es Bowie, --aunque no fuera irlandés-- en un concierto en Barcelona que el líder de Love of Lesbian recuerda perfectamente. Pero Balmes no quiere rechazar a Bono, a quien muchos fans del grupo indie vieron detrás de John Boy. "Los primeros discos de U2 me han acompañado siempre y fueron deslumbrantes. En gran medida me ha marcado Bono", admite.
Y la pregunta. Un barcelonés como Santi Balmes, ¿se ha paseado ya por la calle Consell de Cent? "Sí, y me gusta, está muy bien, da gusto". Esa calle, peatonalizada con el mandato de Ada Colau, ha sido muy polémica, porque las obras han forzado que el tráfico colapse otras zonas, como la calle València. Y Balmes, con la boca pequeña, pero también con orgullo, señala que a él, la verdad, es que le gusta conducir. "Me encanta conducir en coche por la ciudad".