Pere Monje no sólo ha conseguido mantener intacto el prestigio de Via Veneto, sino que ha logrado algo que en ocasiones es mucho más complicado: honrar la figura de su padre.

El hijo de Josep Monje comenzó trabajando en el restaurante durante los cálidos veranos de la adolescencia. A los 11 años, ya cocinaba pies de ministro y cortaba verduras con esmero. Hoy, muchas décadas después, es el director del local.

La familia Monje ha relatado las vivencias de sus 57 años de historia en el libro El gran restaurante de Barcelona, que ha editado Planeta Gastro en una delicada edición roja. En ella, repasan la inmaculada trayectoria de la casa y de su familia propietaria: desde los primeros años, en una Barcelona en blanco y negro que recibía ideas de libertad procedentes de Perpinyà; hasta la gran urbe de hoy, crisol de mil culturas.

"Cada persona tiene un Via Veneto en su cabeza”, apunta el director de la casa. El restaurante sigue siendo un lugar de entendimiento, refugio de la clase alta, ágora del empresariado catalán y casa del lujo y la discreción. Todo ordenado bajo la batuta de Pere, quien teje y desteje, manda y ordena con un perfil bajo.

Atento, educado y sencillo, Monje es el perfecto anfitrión de un lugar del que nunca deseas marcharte. El mundo se desmorona, acechan las guerras y la inflación, y las injusticias se encuentran en cada esquina, pero dentro del restaurante nada de ello existe, el tiempo se dilata entre una conversación agradable, un buen vino y el estímulo de una copiosa comida.