Que los delincuentes se las saben todas no es ninguna novedad. Algunas de las triquiñuelas de los rateros son legendarias, desde el pase del artículo robado a un cómplice al que finge no conocer, pasando por la utilización de un cochecito de bebé de otro cómplice o en una mochila de un niño, el tirar lo robado a una papelera que luego recuperarán, hasta la ocultación entre las pertenencias de una tercera persona. Esta semana, Metrópoli vivió en directo otra de las artimañas utilizadas por los cacos en Barcelona: el depósito del botín en una alcantarilla.
El suceso tuvo lugar el pasado miércoles hacia las 12:00 horas de la noche, en la Rambla de Guipúzcoa en el cruce con la calle Puigcerdà. Se trata de la zona del distrito de Sant Martí justamente en la linde del barrio de La Verneda con el de Sant Martí de Provençals. En esta zona, cercana al barrio La Pau, se realizan semanalmente manifestaciones para exigir al Ayuntamiento más seguridad, ya que es un barrio donde se producen periódicamente robos y que ha vivido episodios más graves, como el asesinato a tiros de un ciudadano en la calle Concilio de Trento el año pasado.
La víctima, un extranjero
La historia tuvo lugar, además, a unos 100 metros del cruce de Guipúzcoa y Prim, el único punto de Barcelona donde dos vías con la denominación de Rambla se cruzan. Un joven carterista fue grabado cuando era alcanzado y retenido por un coche policial camuflado. La víctima, al parecer, fue un extranjero, el tipo de pipiolo preferido por los rateros, ya que comúnmente, cuando sale el juicio años después, suele ser una persona que ya no reside en el mismo lugar (ni siquiera en España) y es difícil que declare, por lo que el juicio es favorable siempre al delincuente.
Al extranjero, visiblemente afectado (aunque con dificultades para expresarse correctamente tanto por su idioma distinto del castellano o del catalán y por la probable ingesta de bebida antes del acontecimiento), no le quedó más remedio que aceptar un cigarrillo de unas trabajadoras de la limpieza que estaban justamente al lado de donde se produjo el incidente, porque se tuvo que conformar con marcharse sin sus pertenencias.
Y no fue por culpa de los policías que intervinieron, que llegaron a situar el coche contra dirección para atrapar al ratero, un joven con aspecto inocentón que, al final, los toreó bien toreados.
Exahustiva revisión
Los policías revisaron su mochila y sacaron todas sus pertenencias, que ordenaron sobre el capó del coche camuflado. Allí no había ningún objeto robado o que pareciese ajeno al joven, que insistía en su inocencia en presencia del extranjero. Cuando éste desapareció de escena, consolándose con dar explicaciones a las trabajadoras, los policías le retuvieron hasta que un coche oficial con una patrulla de los Mossos d’Esquadra apareció en el lugar de los hechos.
Cuando los agentes estuvieron presentes, procedieron a cachear al joven, que se mantuvo completamente sereno durante todo el incidente. Uno de los policías camuflados, provisto de guantes, procedió a un completo cacheo del rapaz, al que incluso hicieron descalzarse para comprobar que no se había metido nada dentro de las soberbias bambas con las que iba calzado, ni de sus calcetines.
Un final impactante
Al final, tuvieron que dejarlo marchar. Apenas dos minutos después de irse los coches policiales, el carterista se acercó a una alcantarilla apenas a dos metros, abrió la tapa y sacó el producto de su robo, no sin antes cerciorarse de que los coches policiales habían desaparecido del todo y de que no se aproximaba nadie por la acera. La precisión de sus movimientos hacía sospechar que no era la primera vez que utilizaba el método de la alcantarilla para ocultar su botín. Los estudiados gestos utilizados hicieron que en breves segundos, en un abrir y cerrar de ojos, tuviese acceso a la cavidad de la alcantarilla, donde una repisa llena de hojas secas le hizo de improvisado almacén del género robado, y recuperase el botín.
A continuación, se metió en la cercana calle Estartit para revisar el producto, tal y como se puede comprobar en las imágenes. Para terminar, volvió a la Rambla Guipúzcoa, donde a los pocos minutos, se le unió un amigote que también iba en patinete y que no ahorró en felicitaciones hacia la gesta de su colega.
El inocente joven que parecía víctima de una terrible confusión en una noche de verano, era, en realidad, un artero carterista que se había burlado de su víctima, de tres policías de paisano y de una patrulla uniformada de los Mossos d’Esquadra. Está visto que las apariencias, muchas veces, engañan.