El consejo de la policía es siempre el mismo.

–Señora, usted no les diga nada porque son peligrosos.

El drama de A. V. –vecina de la parte alta de Barcelona– es mayúsculo. Hace casi 10 meses se instalaron unos okupas (con varios menores y cuatro perros) en un local debajo de su piso en la calle Homer, barrio del Putxet i el Farró. El sosiego se esfumó y empezó a reinar el caos. La vida de A. V. dio un giro de 180 grados. Sin comerlo ni beberlo. “El olor”, dice. “Sobre todo la peste... es insoportable”, explica a Metrópoli Abierta.

Su miedo ha ido in crescendo tras constatar la inacción del gobierno de los comuns. En verano puso una denuncia a la Oficina de Atención Ciudadana del Ayuntamiento, tal como adelantó este medio. De nada sirvió. Silencio absoluto. Con el paso de los meses, la situación se ha agravado en el local cuyo propietario es SAREB. Cada vez hay más personas. Y más “asentadas”. “Ada Colau debe tener cosas más importantes que hacer”, exclama la vecina con retintín.

TEME QUE SUCEDA ALGUNA "DESGRACIA"

Según relata, los okupas –presuntamente de origen rumano– “han pinchado los cuadros de electricidad” y “utilizan cocinas de gas con bombonas de butano”. A estas alturas de la historia, A. V. cree que hasta que no suceda “una desgracia personal” el Ayuntamiento “no hará nada”. “Tengo miedo... algún día volaré por los aires como pasó en Badalona”, profiere indignada. Suspira, y yo callo.

Perros dentro del local durante el día en el local okupado / MA



Con Badalona se refiere al caso del incendio que se zanjó con la vida de tres vecinos a causa de una sobrecarga por el “pinchazo” ilegal de los okupas del primer piso. En Barcelona también hubo un susto de este tipo hace menos de un mes. Por suerte, en el incendio de la Torre del Fang, un edificio municipal que llevaba una década abandonado –y luego okupado– no murió nadie.

EL AYUNTAMIENTO CONOCE LA SITUACIÓN

El equipo de Colau tiene conocimiento de la situación. El problema de A. V. ha pasado por los oídos del regidor de Sarrià-Sant Gervasi, Jaume Asens. Y también ha llegado al Ayuntamiento. En la pasada Comisión de Derechos Sociales, Ciudadanos (Cs) puso sobre la mesa el tema y calificó la actitud de Ada Colau: “Es una espectadora pasiva de las okupaciones ilegales”.

“Aunque sea un local de titularidad privada es el gobierno municipal el responsable de la seguridad”, reclama la regidora Marilén Barceló, en declaraciones a este medio. “Colau no puede ser cómplice de que esas personas no tengan una vivienda digna cuando a su llegada prometieron, de forma populista, vivienda para todos”, añade.

A LA ESPERA DE LOS INFORMES DE LOS BOMBEROS

El consejero de Sarrià-Sant Gervasi de este mismo partido, Pedro Miret, ejerció presión en el distrito. Y este martes la Guàrdia Urbana y los Bomberos se han presentado al lugar para realizar un informe y determinar por vía judicial la situación. “Los inquilinos siempre tienen las luces encendidas, y justamente esta mañana las han apagado”, relata la vecina. Ahora están a la espera.

Según fuentes consultadas, los inquilinos de este local de unos 500 metros cuadrados son los mismos que se instalaron hace más de un año en un solar de la calle República Argentina. El espacio, de titularidad municipal, iba a convertirse en un punto verde. Al lado vivían dos de los afectados por las expropiaciones y demoliciones de edificios que ha sufrido la zona en estos últimos 50 años. Feliciano Castillo y Paco Escudero, ahora ya reubicados, contaron esta "pesadilla” a Metrópoli Abierta. Tras el eco mediático y el revuelo político, el Ayuntamiento desalojó a la “supuesta familia”. Luego, al parecer, encontraron otro enclave donde viven hasta el día de hoy.

Una imagen del interior en la que se constata la presencia de menores / MA



Mientras, la vecina –que pide el apoyo de la comunidad– sigue las indicaciones de la policía y no se deja ver demasiado por el peligro al que está expuesta. De hecho, algunos de los inquilinos violentaron al fotógrafo de esta casa cuando sacó imágenes del local desde el exterior: le exigieron de malas maneras que las borrara.

Detalle de un cristal roto en el local okupado | HUGO FERNÁNDEZ



Las rutinas de A. V. se han adaptado a las circunstancias. Apenas cena en casa. Ya no tiende la ropa en el patio interior que los okupas han llenado de basura. “Huele literalmente a mierda”, dice excusándose por las palabras utilizadas. Por la noche intenta hacer oídos sordos ante los ruidos, las peleas y los llantos de los niños que todavía no han sido atendidos por los servicios sociales. Cuando sale de casa, procura no mirar demasiado el suelo. “Está lleno de excrementos, igual que el patio interior”.

Y su pregunta es siempre la misma.

–¿Hasta cuándo?

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