Sarrià, un lunes de agosto a las 12:00 horas del mediodía. Las calles, habitualmente animadas por familias y jóvenes, están desiertas. Es una imagen habitual de la temporada vacacional: persianas bajadas, plazas silenciosas y un ritmo pausado que contrasta con el bullicio veraniego que se vive en otras partes de la ciudad.
Al pasear por sus calles, lo primero que llama la atención es la falta de movimiento. Donde en otros meses hay colas de coches a la salida de los colegios o terrazas llenas de gente tomando un café o un vermut, ahora reina una calma casi sepulcral. Las persianas cerradas son la señal inequívoca de que muchas familias han abandonado la ciudad en busca de frescor en sus segundas residencias, generalmente en la Costa Brava, el refugio por excelencia de los vecinos de la zona alta barcelonesa.
Esta desbandada estival convierte a Sarrià en una especie de barrio 'fantasma', donde los únicos sonidos que rompen el silencio son el canto de los pájaros y el ocasional coche que pasa lentamente por las estrechas calles.
"Idílico y tranquilo"
Aquellos que aún permanecen en el barrio suelen ser los vecinos de toda la vida, personas mayores que han decidido quedarse en sus casas durante el verano. Como Carmen, asomada al balcón de su casa en la calle Major de Sarrià. "En agosto, esto es un desierto", comenta. Su amiga Esperanza, que le espera en su portal, asegura que a pesar de que está todo cerrado, siempre encuentra algo para comprar comida. "Yo duermo con todo abierto y se vive muy tranquilo", señala.
Para Jorge, un vecino que no ha podido escaparse porque hace pocos meses lo atropellaron, es bastante "idílico". Aunque asegura que estos últimos días de agosto ya se empieza a notar el fin de las vacaciones, explica que han sido semanas muy tranquilas. "Vivir aquí en verano es un lujo para quienes disfrutamos de la calma. Es cierto que ya se ve más movimiento, pero han sido semanas de una paz increíble, algo que es difícil de encontrar en otras partes de la ciudad", señala a este digital.
Los comercios también notan la 'fuga' vecinal
Los comercios locales también notan la diferencia. Marisa, de Foix de Sarrià, un horno que lleva más de 100 años en el barrio, cuenta como cada verano el negocio se ve afectado. "Agosto siempre es un mes en el que baja la carga. Se va trabajando, pero no como en otro meses".
Algunos de los restaurantes que abren se salvan gracias al turismo. Roland, encargado del bar El Canalla, lo explica con satisfacción. "Este año hemos notado un aumento de turistas y mucha menos gente del barrio. Supongo que el mes que viene, con el inicio de los colegios, regresarán". Pero es cierto que el ambiente en los restaurantes de Sarrià tampoco es el mismo. Los jóvenes, que suelen llenar las terrazas en otras épocas del año, están todos fuera de la ciudad, y muchos locales aprovechan para cerrar sus puertas durante estas semanas. Paseando por el barrio a la hora de comer, cuando habitualmente las terrazas están rebosantes de gente disfrutando de una comida al aire libre, te encuentras con un panorama desolador: mesas vacías y sillas apiladas.
Los jóvenes, con menos vida social
Mar, una joven de 28 años que se mudó a Sarrià hace apenas un año, asegura que el contraste con el resto del año es enorme. “Se nota muchísimo que la gente está de vacaciones, sobre todo en los restaurantes y tiendas de ropa, que están cerrados", comenta. Mar, acostumbrada al ritmo más vibrante, confiesa que este silencio le resulta sorprendente y un poco desolador: "La vida social se ve reducida", señala, aunque también valora la calma como un respiro necesario.
En septiembre, cuando el verano llegue a su fin y los vecinos regresen de sus vacaciones, Sarrià volverá a la vida. Las persianas se alzarán, las voces llenarán las calles y el barrio retomará su ritmo habitual hasta que el próximo verano vuelva a apagarse lentamente.