La Rambla volvió a llenarse de gente. Un día después del salvaje atentado yihadista, miles de personas recorrieron la popular arteria de Barcelona para expresar su total rechazo a la violencia. Gente abrazándose en la calle, ciudadanos felicitando a las fuerzas de seguridad y turistas recordado su peor experiencia con barceloneses de toda la vida fueron las estampas más habituales de una jornada muy emotiva. Con muchas lágrimas y recuerdos demasiado dolorosos, la Rambla recuperara, poco a poco, la normalidad. Una normalidad ficticia.
“La Rambla es de todos”, comentaba Antonio. “No nos callarán ni nos intimidarán. La gente no tiene miedo y ha vuelto a la calle”, insiste este ciudadano, mientras comparte sus emociones con algunos vecinos. Unos minutos antes, había rendido homenaje a las víctimas del atentado terrorista al encender una vela en un punto negro. A su lado, una mujer depositaba dos rosas. Otra agradecía el trabajo de un Mosso d'esquadra.
El centro de Barcelona se llenó de ciudadanos, turistas y periodistas de todo el mundo que informaban de las últimas novedades. Las principales cadenas españolas de radio y televisión contaban con redactores y cámaras en puntos estratégicos de la ciudad. En muchos árboles, los medios de comunicación extranjeros improvisaron sus platós y buscaban las mejores imágenes. La RTL francesa se mezclaba con la norteamericana CNN y la redactora de ETB miraba de reojo al periodista de ZDF.
PERSIANAS BAJADAS
La gente regresa al centro de Barcelona, abarrotado en un día cualquiera y mucho más en pleno agosto. Los comercios se llenan, pero nunca la Rambla había estado tan silenciosa. A las 12:00 horas, algunos comercios bajaron las persianas. Otros paralizaron su actividad en solidaridad con las víctimas del atentado terrorista. Alguna cadena de comida vasca, en cambio, invitaba a turistas y ciudadanos a degustar sus tapas. Una captadora de clientes no parecía tener mucho éxito, aunque a su lado había dos jóvenes japonesas, con sus maletas, que saciaban su apetito.
Los hoteles, que volvieron a llenarse hacia las 00:30 horas del viernes, destaparon su perfil más solidario. En sus habitaciones acogieron a varios heridos y personas en estado de shock. Las prisas y el mal rollo dejó paso a gestos solidarios y buenas palabras en la Rambla y sus calles adyacentes. Y muchas personas de distintas creencias intercambiaban abrazos. “Todos somos Barcelona”, sentenciaba Ercan Can, el propietario del restaurante Rey de Estambul.