La gestión de Toni Comín, conseller de Salut de la Generalitat de Catalunya, está bajo sospecha. También su estilo. Los cambios introducidos en el sistema sanitario por el actual diputado de Junts pel Sí, con pasado socialista, han generado mucha controversia. Ignasi Jorro, periodista de Crónica Global y profundo conocedor de la sanidad catalana, analiza el impacto que ha tenido la presunta compra del Hospital General de Catalunya de Sant Cugat del Vallés y la expulsión del sistema público de diversos hospitales privados que cumplían con su función asistencial. Su libro, Comín, el enterrador solitario, ha causado un gran revuelo. En una entrevista concedida a Metrópoli Abierta, Jorro radiografía la labor de Comín, también conocido como el “consejero filosófo”.
¿Cómo surge la idea de escribir un libro sobre Toni Comín?
Por el impacto que tuvo su toma de posesión y su primera declaración de principios en la que anunció que sacaría tres hospitales concertados del sistema público sanitario: la Clínica del Vallès de Sabadell, el Hospital General de Catalunya y el Hospital Sagrado Corazón de Barcelona. Esta apuesta, que podría ser interesante desde una óptica progresista, bajo una lectura de recuperar recursos públicos que se están desviando a entidades privadas, vimos que podría provocar un terremoto en el sistema sanitario e iniciamos un seguimiento de su gestión en Crónica Global.
¿Comín es el enterrador del modelo sanitario catalán?
Comín es el enterrador porque liquida un modelo de coexistencia público-privada que había convivido muy bien en Catalunya durante las últimas tres décadas. Las competencias en materia de salud fueron transferidas por el Gobierno español a Catalunya en 1981, a través del Insalud, y el entonces conseller de Sanitat, Josep Laporte, se encontró con una red muy precaria. Por poner un ejemplo, algunos CAP no tenían pediatras y había muchas carencias en el tejido hospitalario. Para garantizar un buen servicio, tuvo que dirigirse a una red hospitalaria secundaria formada por fundaciones, diputaciones y otros propietarios. En Catalunya se desarrolló un sistema mixto basado en la contratación de servicios por parte de la salud pública que funcionó muy bien. La expulsión de estos centros entierra el modelo.
¿Cuál ha sido su gran pecado?
Comín no calculó bien la realidad del sistema sanitario. La Conselleria de Salut ha aprobado ya dos expulsiones, la de la Clínica del Vallés y la del Hospital General, y ha prometido que no renovará el contrato del Hospital Sagrat Cor de Barcelona en 2021. El balance actual es negativo, pero entendemos que la lectura de su gestión tendrá que hacerse a largo plazo.
¿No cree que el anterior modelo estaba bajo sospecha, con hospitales saturados, pacientes sin recibir una buena atención, falta de personal sanitario, huelgas...?
Cierto. El modelo catalán de salud, de prestación pública, tenía muchos problemas, sobre todo de financiación. El Hospital Clínic, que es un consorcio, perdió un 12% del presupuesto entre 2010 y 2014. También se encuentra en una situación muy complicada el Hospital Vall d'Hebron, de titularidad pública. Los ajustes presupuestarios, obligados por el déficit, fueron muy importantes entre 2010 y 2014 en Catalunya. Las medidas que se aplicaron fueron muy duras, como el cierre de algún CAP o la concentración de especialistas. En algunos ambulatorios, los más grandes de Barcelona, no se han suplido traumatólogos. Los ciudadanos han sufrido estas medidas de manera muy directa.
Barcelona tiene características propias porque, por ejemplo, tiene un gran flujo de turistas que en verano comportan una presión asistencial extra
En Barcelona, ¿la crisis del actual modelo es menor, igual o superior al resto de Catalunya?
Barcelona tiene sus singularidades y, por su población, concentra recursos que otras partes de Catalunya no tienen. Un claro ejemplo es el de las ambulancias pediátricas, del que tanto se ha hablado en las últimas semanas por la trágica muerte de una niña de ocho años. Las dos únicas ambulancias pediátricas de Catalunya están en Barcelona o su área de influencia. Una está en la Vall d'Hebron y la otra en Sant Joan de Déu. Y el único helicóptero pediátrico están en Sant Pau. Barcelona tiene características propias porque, por ejemplo, tiene un gran flujo de turistas que en verano comportan una presión asistencial extra. El Hospital del Mar tiene que atender a muchos turistas que han padecido lesiones en la playa u otras necesidades asistenciales. Algunas partes de la ciudad, además, están muy envejecidas, con los llamados PCC, por Pacientes Crónicos Complejos que tienen patologías propias de larga duración.
¿Cuál es la situación actual de los hospitales de Barcelona, algunos con atención a los pacientes en los pasillos por falta de camas?
Los profesionales coinciden en que el 60% de los barceloneses, que no tiene una póliza privada, recibe un trato excelente cuando precisa una actuación urgente. El problema son las esperas. Hay demoras importantes por muchos factores. El pasillo de un hospital de Barcelona, por ejemplo, no es el lugar para atender a un enfermo porque hace frío y el paciente requiere la colocación de sondas y cuñas en muchos casos. No es un espacio asistencial. El caso más grave es el que se está viviendo en la Vall d'Hebron y me consta que la consejería está buscando soluciones.
La puntilla de la actual crisis de la sanidad catalana fue la muerte de un niña de ocho años mientras esperaba su traslado del Hospital Comarcal de Blanes al Josep Trueta de Girona.
El fallecimiento de la niña requiere que la Conselleria de Salut sea transparente y dé respuestas con más celeridad. La agenda de la cúpula de Salud no se publica desde hace dos meses. ¿Con quién se reúne el conseller? ¿Y el director del CatSalut? No lo sabemos. Ahora dicen que la investigación sobre el fallecimiento tardará dos meses, pero en el SEM (Sistema de Emergencias Médicas) ya apuntan en alguna dirección. El problema es que el debate ciudadano sobre la sanidad se envenena y la opinión pública busca un cabeza de turco. Tal vez no lo hay y no se trata de buscar un culpable, sino de depurar responsabilidades. Algo falló porque no es normal que una niña de ocho años, en perfecto estado de salud, falleciera en un hospital comarcal.
¿Cuáles son las principales preocupaciones de los profesionales de la Sanidad?
La principal preocupación, ahora mismo, pasa por gestionar este repunte asistencial. El personal sanitario está desbordado, estresado. Muchos profesionales se van a casa llorando porque no pueden atender todas las necesidades. A ello se le suman los derechos laborales perdidos y la infradotación financiera del sistema.
¿Qué respuestas reciben a sus quejas?
La promesa de que aumentarán los recursos. El presupuesto de la Generalitat para 2017 es expansivo, pero no revierte todos los ajustes que afectaron al personal sanitario. Su salario se vio reducido entre 2011 y 2014 y no han recuperado íntegramente los ingresos de hace siete años.
¿Cómo perciben los ciudadanos estos ajustes en la sanidad? ¿Cuáles son las principales quejas?
Estoy de acuerdo con la Consejería en que no es de recibo que una persona adulta acuda a un hospital por una gripe. Tiene que ir al CAP. Pero si un ciudadano de Barcelona va al CAP, ha de recibir las respuestas asistenciales pertinentes. Si tiene una complicación pulmonar, tienen que someterse a rayos x. Si necesita un análisis de sangre, lo mismo. Los hospitales se saturan cuando el CAP y los CUAP, que en teoría pueden gestionar urgencias, no ofrecen respuestas asistenciales.
En estos centros es donde empieza a fallar el sistema
La clave de todo el sistema pasa por la atención primaria. Lo dicen los profesionales. Los CUAP, que hay 11 en Barcelona, han de funcionar, pero se han de conocer. Es la primera herramienta para que funcione el sistema y el paciente reciba una buena atención.
¿Qué destacaría, finalmente, de la gestión del actual conseller 13 meses después?
Destacaría el talante de un conseller que prometía mucho. También en Barcelona. Prometió expulsar un hospital, el Sagrado Corazón, de la red SISCAT (sistema integral de Utilización pública). No calculó bien la realidad del sistema sanitario. La Consejería ha prometido no renovar el contrato de integración dentro de la red que prestan servicios públicos en 2021. Si en el Vallés se ha encontrado con dificultades, en Barcelona los obstáculos pueden ser aún mayores.