Unos afinan sus guitarras y otros repasan meticulosamente el repertorio. Este jueves, entre el gremio de músicos subterráneos hay más nervios y semblantes de concentración que desparpajo. Pero el cóctel de excitación e histerismo está justificado: se enfrentan a la prueba de idoneidad que determinará si obtienen una licencia para tocar en los puntos habilitados por TMB. Detrás de la convocatoria está la Asociación de Músicos de la Calle y el Metro (AMUC), que lleva 13 ediciones repartiendo carnets, sumando artistas al gremio y, en definitiva, haciendo de los espacios públicos un foro donde los músicos barceloneses pueden promover sus propuestas.
Este año participan en las audiciones unos 70 músicos. Para presentarse a la prueba, deben preparar de 20 a 30 temas que ocupen unas dos horas. La intención del casting es evitar el intrusismo laboral, sintetiza Cesc Pascual, profesor de la escuela de música Juan Pedro Carrero y miembro del jurado. Junto a él, su compañero Bartolomé Garcia-Plata completa este tribunal que elige sobre la marcha las canciones que interpretará cada artista. No buscan un repertorio variado, tampoco ver cómo se mueven los artistas en diferentes géneros. El propósito es testar si “son realmente músicos o sólo se han aprendido un par de temas”.
A Emilio Tello, cantante argentino que se mudó a Barcelona hace poco más de un año, le han pedido que se atreva con una de sus composiciones propias. Tras su actuación, elogia el nivel de sus compañeros y los aciertos en la organización por parte de la AMUC. El intérprete considera que la existencia de esta plataforma denota un doble compromiso: el de Barcelona con su música y el de los artistas con “la gente que te ve en el metro”, es decir, con su público.
ENTRE LA NECESIDAD Y LA PRECARIDAD
Como él, Dani García considera que el nivel de los músicos “es muy alto” y “variopinto”, un eco más del mestizaje cultural de la capital. No obstante, el artista remarca que estas pruebas también revelan la “gran necesidad” y la “enorme precariedad” que vive el gremio. Un sector ya castigado a malvivir antes de la crisis económica cuyas conciones sólo han hecho que empeorar. Muchos han visto menguar sus ingresos o directamente han perdido sus trabajos. "El número de bolos que hacía al mes se ha reducido drásticamente", constata García.
Por eso algunos de los intérpretes empiezan la prueba "explicando sus situaciones personales”, comenta Pascual, que advierte que el papel del jurado es el de determinar "si quien tenemos en frente es músico o no”. "No hacemos ningún favor seleccionando a alguien porque nos da pena y no porque sea realmente un músico", añade Bartolomé Garcia-Plata. Ambos miembros del jurado observan que este año se han presentado más artistas locales que en ediciones anteriores. De hecho, desde hace cuatro años cambiaron el sistema de selección ante el alud de artistas que se presentan. En un inicio sólo tenían que evaluar si el intérprete pasaba o no. Ahora califican numéricamente a los asistentes y después el AMUC establece un nota de corte en función de la media.
A esta selectividad para músicos subterráneos se ha presentado también el artista Miguel Moreno, que coincide en destacar las dificultades del gremio para mantenerse activo en el circuito barcelonés. Por eso, ve en la audición una oportunidad para hacer un dinero extra, sobre todo en verano, cuando el turismo resucita el negocio. Aunque tampoco da para llenarse los bolsillos. “Es el precio que nos toca pagar por hacer lo que les gusta”, asevera resignado.