Incertidumbre y cierto recelo en el público por ver cómo se trasladaría al escenario ese complejo artefacto de pop sintetizado, electrónica y Autotune que es ‘22 A Million’. La cancelación de 19 conciertos por motivos personales daba a entender que Justin Vernon, el alma de Bon Iver, no estaba en su mejor momento. Pero el de Wisconsin no dejó espacio alguno para la duda. Del primer al último tema, el concierto entremezcló ojos cerrados, ejercicios de introspección, abrazos y lágrimas, muchas de ellas recogidas por las pantallas.     

Quizá por su naturalidad, o porque no alardea de ninguno de los atributos que se presuponen en un líder de masas, Vernon atrapó desde el primer minuto al público y zanjó todas las incertidumbres sobre cómo encajaba su última transición en aquel artista capaz de crear una atmósfera intimista ante miles de asistentes. Combinó temas melódicos y sintéticos con sutileza, y los enlazó con pequeñas divagaciones sobre el dolor, el amor o la insignificancia.

A lo largo de una hora y media, compartieron escenario sus dos vertientes: el músico que un invierno se encerró en una cabaña a gravar su primer elepé, ‘For Emma, For ever ago’, y el artista experimental amigo de Kanye West y James Blake. El de Wisconsin se reservó para el final un ‘Skinny Love’ desnudo, sin más compañía que su guitarra, con el que una vez más demostró su capacidad única de evocar ambientes absorbentes y trufados de misticismo incluso en un macrofestival de las dimensiones del Primavera Sound.

PRIMERA SORPRESA DEL FESTIVAL  

Si Bon Iver trajo ayer la magia intimista al Parc del Fòrum, la éxtasis derivado de la sorpresa corrió a cargo de Arcade Fire, que rompió la agenda de los asistentes con un concierto no anunciado. Hacia las ocho de la tarde, el público empezó a preguntarse por qué había aparecido el eslogan de su próximo disco -las iniciales EN ('Everything now')- en un modesto escenario a cuatro vientos. El rumor tardó poco en extenderse y el césped se llenó de curiosos que querían imaginar que el grupo canadiense había preparado un aperitivo para ir haciendo boca antes del concierto del sábado.

Arcade Fire 06 Unexpected Eric Pamies

Y así fue y, para deleite de muchos, media hora más tarde la formación subió a un ring que los hacía visibles desde todos los ángulos para tocar dos ansiados temas nuevos que aún no se habían presentado en sociedad y algunos de sus grandes éxitos como ‘Here comes the night time’, ‘Reflektor’, ‘Afterlife’ o ‘We exist’.

El escenario daba pie a las rotaciones de la banda, para que nadie tuviera que ver a los mismos artistas de espaldas, y a algunas carreras de un extasiado Win Butler, que llegó a cantar unas estrofas aupado por varios asistentes. La puesta de sol acentuó el clima de exaltación compartida a partes iguales por el público improvisado y esa gran familia que es Arcade Fire, que culminó con uno de sus miembros trepando por el andamio para despedirse (solo hasta este sábado).      

LAS OTRAS VOCES DEL PRIMAVERA

Anoche fue también la jornada del R&B y la nueva hornada de sonidos negros, con dos de sus máximos exponentes en los escenarios del Primavera, Solange y Miguel. La hermana de Beyoncé se deshizo de la etiqueta exhibiendo su incontestable poderío con un show pensado hasta el último detalle. Una presencia escénica de la que ya había hecho gala previamente Miguel, bautizado como príncipe del género y que ante la ausencia de Frank Ocean estaba llamado a ostentar el podio del hip-hop en el certamen. 

Miguel / Sergio Albert

Junto a la nueva hornada de música negra, la rapera vanguardista Kate Tempest, los veteranos reyes del trash metal Slayer y el pionero de la electrónica Aphex Twin demostraron que el Primavera es mucho más que la casa del indie.  

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