Como todo barcelonés, a estas alturas seguramente ya habrá topado más de una vez con la Casa de les Punxes y su singular fachada –o como mínimo su portentoso tejado- le habrá obligado a levantar momentáneamente la vista del ‘smartphone’. Lo que la mayoría desconocen, sin embargo, es que no hay detalle en este inmueble del 420 de Diagonal que se colocara ahí por casualidad. Esto es precisamente lo que más ha asombrado a los visitantes locales durante el primer año en que la casa ha abierto al público como museo, según destaca su directora comercial, Montse Jiménez.
“Estamos acostumbrados a pasar frente a este céntrico edificio, pero nadie nos ha explicado que los elementos de cada fachada hacen alusión a cada una de las tres hermanas Terradas para las que Josep Puig i Cadafalch diseñó la casa”, añade a modo de ejemplo. Como tampoco nos habían contado que este palacete burgués es una viva crítica al Pla Cerdà, con el que su arquitecto no acababa de comulgar.
PROMOCIONES PARA REPETIR
Sus aires medievales y wagnerianos han atraído a 80.000 visitantes durante este primer año, por lo que la Casa Terradas –bautizada popularmente como Casa de les Punxes- sopla la vela con un balance más que satisfactorio. Entre el público, destaca la gran afluencia de locales, que empezaron copando el 90% de las visitas el pasado agosto para pasar al 60% durante febrero y remontar este verano con un 70%.
No quieren ser simplemente "una atracción turística", explica Jiménez, sino que su objetivo es crecer paralelamente en ambos mercados. “Es una casa que los barceloneses sienten muy suya y queremos acercársela aún más, por eso procuramos ofrecerles experiencias para que puedan repetir la visita”. Es el caso de la promoción destinada a celebrar el aniversario, un 2x1 en las ‘Nits amb Ritme’ que se celebran cada viernes en la azotea, jornadas en las que su puntiagudo tejado se convierte en una pista de baile con jazz y swing en directo.
UN PALACETE PARA TRES HERMANAS
Pero para los que opten por una visita estándar, el recorrido por el interior de la casa, el análisis de los elementos de su exterior y el repaso a la historia que se esconden tras sus paredes no le dejarán indiferente. Una de las principales peculiaridades del palacete es que se proyectó como tres casas para tres hermanas, las Terradas, de manera aunque el resultado final tiene la apariencia de un único edificio, el inmueble se divide en tres espacios diferenciados y personalizados.
Su construcción fue comisionada en 1903 por Ángela Brutau, viuda de Bartolomeu Terradas i Mont -reconocido empresario textil y agrícola-, que eligió a Puig i Cadafalch para semejante cometido. El arquitecto modernista se inspiró en el castillo de Neuschwanstein, en Baviera, por lo que el resultado final presenta claros aires medievales y wagnerianos. De ahí su gran rasgo distintivo, las seis torres puntiagudas que lo coronan y que coinciden con las intersecciones de las tres calles que la rodean (Avinguda Diagonal, Carrer Rosselló y Carrer Bruc).
Posteriormente, las tres hermanas Terradas destinaron las plantas bajas al alquiler de comercios y se asentaron en cada una de las plantas principales. “Lejos de lo que puede parecer”, advierte Jiménez, la enorme terraza de la última planta no estaba destinada al uso de las propietarias, sino que era donde residía el servicio.
Pese a su influencia centroeuropea, la Casa de les Punxes también se hace eco de la máxima modernista al fundir todas las artes en un mismo edificio e integrarlas en la vida cotidiana de sus inquilinos. Junto a Puig y Cadafalch, numerosos artesanos, entre los cuales Enric Monserdà y Alfons Juyol, así trabajadores de hierro y de vidrio contribuyeron en la decoración de todos sus elementos.
UNA CASA DE LEYENDA
Como testigo de esta síntesis artística, en la fachada lucen varias representaciones escultóricas repletas de simbología religiosa o mitológica. Varios elementos decorativos sirven para personalizar las fachadas aludiendo a cada una de las propietarias de la casa, como por ejemplo la presencia de ángeles en un guiño a Ángeles Terradas. Además, el palacete también conserva azulejos cerámicos y pavimentos hidráulicos típicos de las construcciones modernistas.
Aunque, sin duda, una de las piezas más destacadas es el panel cerámico de la figura de Sant Jordi que preside la fachada del Carrer Roselló. Y es que, de hecho, esta leyenda sirve para articular un itinerario por la casa en el que el visitante se sumerge en una experiencia interactiva que incluye proyecciones al más puro estilo de Juego de Tronos.
A lo largo del recorrido, la visita no solo profundiza en la leyenda que vertebra la cultura catalana, sino también en la figura de Puig i Cadafalch. Y lo hace mediante uno de los ejemplos más singulares de su trabajo en el que se aprecia la voluntad del arquitecto de recuperar elementos estructurales de tradición local con otros procedentes de la arquitectura gótica centroeuropea. Una parada obligatoria para entender el legado de una de las figuras clave del modernismo en Barcelona.
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