“La música no está hecha para hacer audiciones ni para hacerte sentir una mierda”, dice llorando en un vídeo. Marina Herlop entra con paso firme al auditorio de La Pedrera y saluda con la cabeza. La gente aplaude, ella se sienta, se quita un zapato y presiona un pedal del piano de cola. Respira y empieza. Lo que hace la barcelonesa Marina Herlop no tiene nombre. Experimenta con sus dedos y pone voz a las notas en un idioma que se ha inventado.
Herlop ha vuelto a los escenarios con su segundo álbum, Babasha (Aloud Music), en el que indaga en el mundo de la tímbrica con la inclusión de efectos sonoros y sintetizadores que ha añadido a sus herramientas de comunicación básicas: el piano y la voz. El primer álbum de la artista, Nanook –que publicó el sello del pianista James Rhodes, Instrumental Records– fue un éxito. Y a juzgar por el auditorio –lleno a rebosar– este segundo álbum pinta que será un éxito también.
Este lunes ha actuado en La Pedrera en el marco de la tercera edición del ciclo Artlab, que vincula nuevos grupos musicales de la escena independiente con jóvenes creadores. En su caso, ha participado acompañada de la danza –también inclasificable– de Carlota de Carvajal y de los efectos visuales de Joan Canyelles.
Su voz y su idioma –agudo y atonal– traslada al espectador a un bosque hechizado. ¿Es islandés? ¿Es griego? No, no es nada, es un idioma ficticio. De repente, una pincelada de inglés, de pronto un poco de catalán. Y, luego, de nuevo a la incomprensión. Herlop no solo toca con las manos: lo hace con todo el cuerpo. Se balancea, frunce el ceño, levanta sus largos dedos del piano, encoge el torso, se estira. Gira sobre sí misma y sigue tocando con el otro piano, que es electrónico.
LA DANZA, BIEN PRESENTE
En una de las piezas, entra de Carvajal con un vestido de flores bailando –al ritmo de la música– con movimientos contemporáneos, siempre con un toque flamenco: los cambrés exagerados, las muñecas que bailan –olé, olé– y el brochazo final, las castañuelas. La fusión entre ambas se ve complementada con la experimentación audiovisual de Canyelles, proyectando detrás de ellas figuras que aparecen y se desvanecen.
Y, al final, el saludo. El talento de Herlop la volverá a llevar este 2018 al festival Primavera Sound, donde actuará el domingo 3 de junio. Los tres artistas se despiden y el público aplaude con fuerza, grita y silba. Marina Herlop, una vez fuera, respira agitada y se frota la ojos. ¿Lágrimas? No lo sé, pero la sensibilidad es incuestionable. Qué espectáculo.