Libertad y verdad. Dos ingredientes básicos para este emocionante cóctel que se llama fotoperiodismo. Este viernes inicia la gira mundial del certamen más importante de la fotografía –el World Press Photo– que se alojará en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) hasta el 27 de mayo. En él se exponen las 313 imágenes seleccionadas de entre las más de 73.000 que se presentaron al concurso.

Uno de los presentes en la rueda de prensa es el ganador de esta edición, Ronaldo Schemidt, autor de la impactante fotografía Venezuela Crisis, que cuenta el caso de José Víctor, un manifestante en Caracas que –literalmente– ardió en llamas. “Ha quedado muy afectado, no quiere ni siquiera ver la foto”, confiesa apesadumbrado.

"Es importante conocer las historias que hay detrás”, explica Vicenç Villatoro, director general del CCCB. “En este contexto de la posverdad, el fotoperiodismo es más necesario que nunca”, añade.

Otro de los premiados presentes es Javier Arcenillas, fotógrafo ganador del tercer premio a la categoría 'Proyectos a Largo Plazo' por su ensayo fotográfico Latidoamerica. El continente está bien presente esta edición. “Yo me veo como una herramienta de transmisión... Son fotografías importantes porque trabajamos con el dolor ajeno y con la ética”, dice. Él, que es freelance, quiere recordar la precariedad en la que viven. Es por eso que ha reprochado al certamen que no ofrezca dotación económica a todos los premiados. “Vivimos en la cuerda floja”, ha zanjado.

EL DOLOR, TAN PRESENTE COMO SIEMPRE

Paseando por la sala –que parece una cueva con revelaciones en las paredes– uno palpa el dolor. Está ahí, en tantos lados. En las niñas de Camerún que se planchan los pechos –para evitar abusos sexuales– e intentan esconder lo que son: niñas que se hacen adultas.

En un rinoceronte drogado, con los ojos vendados, a punto de llegar a Botswana. En dos niñas postradas en un hospital de Suecia diagnosticadas con el síndrome de la resignación. O en Manal, una mujer herida por la explosión de un misil en Irak. Hay que tener estómago para fotografiar ciertos casos.

En medio del dolor, despunta un reportaje entrañable. La fotoperiodista Carla Kogelman muestra el paso del tiempo a través de imágenes tomadas a dos hermanas que viven en Merkenbrechts, un pueblo bioenergético de 170 habitantes en Austria. Nadan, juegan, se tumban, saltan, observan y, en definitiva, viven. Sin preocupaciones.

El trabajo de la fotoperiodista Carla Kogelman | PAULA BALDRICH



Sin embargo, la libertad que comentábamos al principio, ese otro ingrediente imprescindible, no se encuentra en todos los lados del mundo. Hay casos de fotografías que nunca llegan a ver la luz y casos de países que rechazan la presencia del World Press Photo por su contenido. Por ejemplo, Birmania, pues varios trabajos se centran en el exilio de rohingya, la comunidad musulmana marginada (y exiliada) de este país. O el caso de Rusia, que ha rechazado la muestra por un reportaje que desvela la situación de cuatro prostitutas del país y, en las imágenes, aparecen desnudas.

POCAS MUJERES FOTOPERIODISTAS

“Un 16 % de los trabajos ganadores son de mujeres... solo ha incrementado un 1 % respecto al año pasado”, explica Babette Warendorf, comisaria de la muestra. Según esgrime, se debe a que hay menos mujeres que hombres participando en este certamen.

En Barcelona este año las visitas guiadas se han intensificado, tanto para escuelas como para empresas. Gracias a la Fundación Banco Sabadell, ofrecen también los vídeos ganadores del Concurso de Narrativa Digital en más barrios de barcelona, a través de proyecciones gratuitas. El objetivo es recuperar el número de visitantes de 2016: 51.000. Después la exposición viajará a más de cien países para mostrar las mejores imágenes del mundo. Mientras, sigamos disfrutando. Y al salir, seguro que captas el lema de la muestra: al fin y al cabo, se trata de “ver y entender”.