Marina Herlop es un mar de emociones capaz de agitar cualquier auditorio. Sus melodías disonantes impactan al oído y su idioma inventado desconcierta a cualquiera que preste atención. A mediados de abril descubríamos en La Pedrera Babasha, el segundo álbum de la joven compositora. En él indaga en el mundo de la tímbrica con la inclusión de efectos sonoros y sintetizadores que ha añadido a sus herramientas de comunicación básicas: el piano y la voz. A diferencia de Nanook, este es un disco más meditado, algo más impresionista y menos atonal.
Su indecible talento la llevará a tocar para todos los públicos en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) este domingo como clausura de la decimoctava edición del Primavera Sound, que ha batido récord en asistentes alcanzando los 220.000. Nos reunimos con la artista catalana y conversamos sobre sus composiciones.
El primer álbum, Nanook, lo publicó la discográfica de James Rhodes. ¿Qué significó para ti?
Ese reconocimiento avaló mi calidad musical sobre todo ante mi familia y amigos. Aunque viéndolo en perspectiva creo que no es relevante en comparación con todas las horas que me he pasado estudiando. Eso de consagrarse viene relacionado con la dedicación del día a día. Es un disco tímido que ni siquiera lo planteé como disco y no tenía ninguna expectativa. Quería tocar un poco, encaminarme y... para eso me ha servido.
Babasha acaba de salir del horno bajo el sello de Aloud Music. ¿Qué tal las primeras impresiones?
Creo que bien. Con Babasha tuve claro que quería que fuera algo más underground y me obsesioné. Con Nanook quería que todo fuera disonante, a toda costa. A nivel formal no lo pensaba y las letras tampoco las pensaba. En Babasha me fijé en todos los detalles, nada podía estar fuera de lugar. Todo está medido. Es un disco puntillista y exigente. A nivel tímbrico me obsesioné muchísimo. Nadie ha dicho que hacer música sea algo fácil ni divertido. Hacer música para mí es sufrir en una sola dirección. Uno tiene una personalidad y todo lo que haga lo hará de forma coherente. Así soy yo. Ha sido un disco que me ha hecho sentir más compositora que intérprete. De hecho, ¡ya estoy pensando en hacer otro! Todo me está yendo demasiado bien como para ahora tomarme un verano sabático. Si no lo hago me sentiré culpable.
"Si no pongo letras es porque no me importa, porque siento que el discurso musical ya se vale por sí mismo"
Cuesta encontrar referencias musicales concretas en tu estilo.
Mis influencias son una amalgama de repertorio variado. Desde Disney, a Elvis, Destiny's Child, pasando por la música que ponía mi padre en el coche o el punk-rock que escuchaba de adolescente como Blink 182, Offspring, después empecé a buscar música que me costaba más. Luego me expuse a la música clásica. El cerebro tiene una capacidad plástica increíble.
El idioma inventado en el que cantas es algo que te caracteriza. ¿Cómo surge?
Es la parte a la que menos atención le dedico. Fue algo involuntario, no pensaba que desconcertaría tanto. Parece que lo de la letra lo haya hecho como para desmarcarme, que haya un corpus teórico detrás, pero en realidad es algo más friki, si no pongo letras es porque no me importa, porque siento que el discurso musical ya se vale por sí mismo. Fue como un descuido. En este disco intenté hacer una letra, pero volví a mi idioma inventado.
¿Sigues algún método?
Cojo palabras que me gustan de otros idiomas. Las que más me gustan las uso como títulos de canciones o del disco. Va como por orden. En las letras hay palabras en griego y en danés... estoy diciendo cosas, aunque no sé el qué. (Ríe) Este es más o menos el criterio que sigo, pero no es algo dictatorial. Cuesta encontrar palabras que no se parezcan a otras. Salgo seria a cantar y parece que venda la moto con estas letras inventadas.
¿Escribes las letras para acordarte de ellas?
En este disco sí, y cuadrarlo fue un odisea. Tengo que equilibrar las vocales y las consonantes para que no suene todo igual. Cuando estás haciendo esto tú sola en pleno agosto... (Ríe) ¡Al final enloqueces! Pero luego te da satisfacción.
Tienes otro grupo que se llama Nedra. ¿De dónde sale?
Surgió con un miembro de la banda Ljubliana & the Seawolf en el asociación cultural Pumarejo de Vallcarca. Empezamos a hacer versiones de canciones y algunas de ellas son de repertorio de clásico, versionadas con guitarra eléctrica y voz lírica. Aunque está descompensado el tema de ensayos y conciertos. ¡Ensayamos mucho pero no damos conciertos casi! Eso sí, con este grupo he aprendido a cantar. La voz tiene margen de mejora y cuanto más cantas, más mejoras.
Este domingo actúas en el CCCB gracias al festival Primavera Sound.
Sí, estoy muy emocionada... tengo que ensayar. Es un concierto muy corto, de media hora, así que tengo que decidir bien qué canciones y en qué orden las tocaré. Me pondré nerviosa segurísimo, como siempre. Todos nos ponemos nerviosos pero yo he salido a veces en estado catatónico, al borde del desmayo. En La Pedrera pude poner el piloto automático y el margen de error era muy estrecho. Cuando termina el concierto la sensación es brutal y es por eso que creo que merece la pena.
¿Te verías tocando en el Parc del Fòrum?
¡Claro! Yo quería. En un sentido romántico, prefería tocar en el Parc del Fòrum en una hora de mierda y en un escenario de mierda, antes que en la ciudad... porque el Primavera para mí sucede en el Fòrum. Pero bueno, estoy motivada igual, y quién sabe dentro de unos años.
¿Te identificas con el festival?
El Primavera es algo muy grande e inevitablemente se convierte en algo institucional. Ver a Björk a kilómetros pierde su gracia porque mola verla en formato más íntimo. Está todo muy medido, con estrictos horarios de conciertos. Aun así, me siento muy identificada con el festival. Y lo confieso: estoy más cerca de The Internet que de James Rhodes.