Hay para todos los gustos. El mazado del gym, el ligón con acento italiano, el sumiso que se hace llamar “culo tragón” (sobran las explicaciones), el gay que no se atreve a salir del armario y, por último, el buenazo que después de varios plantones se acaba convirtiendo en una “marica mala”, tal como dice él mismo. La aplicación Grinder –el Tinder para gays– tiene para todos. Igual que el conocido musical que se ha instalado en el Teatre Aquitània hasta el 10 de junio, en el marco del Festival Perles.
“Bienvenido a la era Grinder: lo quiero todo y lo quiero ya”. Así se presenta el musical sobre la aplicación que ha revolucionado el mundo gay. La comedia se salta todos los tabús, los límites, las formas. “Tiene una sonrisa... que te correrías en su boca”. Un musical sin embudos ni florituras. Tal cual. Un musical de gays para gays. Solo digo que, por primera vez en mucho tiempo, no tuve que hacer cola en el baño de mujeres: apenas había en la sala.
No faltan las críticas en el musical: a los que utilizan la app de forma indebida, a los que tienen relaciones sexuales sin protección, a los que cometen erratas escribiendo, a los homófobos. No faltan tampoco los momentos incómodos cuando los actores fingen tener relaciones sobre el escenario. El público –mayoritariamente gay– ríe con las ocurrencias. “Soy tu hada marica”. “Eres tan fea que no te penetra ni la crema hidratante”. “Pregunta número ano de la revista Super Popper”.
El equipo de artistas está formado por la cupido, Grinder (Irene Hernández) y su perrita Amarna, y los cinco jóvenes usuarios de la app –cada uno fiel a un estereotipo–, Óscar Domínguez, David Teixidó, Joan Vall, Alberto Espinosa, Àlex Marteen, dirigidos por Davo Marín.
Grinder, el musical, transcurre entre risas, canciones, coreografías, hipocresías, discusiones... Al final, la conclusión del espectáculo llega sola: "Si folláramos más estas cosas no pasarían". Los espectadores salen de la sala acalorados y entre risas. La diversión, ante todo, está asegurada.