Bares que no deben morir nunca. Historia de la ciudad, de su servicio, de su propuesta, patrimonio que muestra como pocos el paso del tiempo. Inaugurada en 1962 como una bodega de carajillos para trabajadores de puro en mano, La Bodega d’en Rafel ha vivido la evolución de Barcelona, y de Sant Antoni en particular, para bajar la media de edad del local y alojar a jóvenes con ganas de autenticidad. De esos bares eternos que, además de saciar la sociabilidad inherente de un bar en los que la gente se encuentra sin haberse “whatsapeado” antes, ofrece una cocina local como pocas.

En una carta de las que tampoco quedan –sin visos de pda-, Rafel canta las especialidades de la casa: jamón ibérico, cap i pota, esqueixada, croquetas, callos o tablas de quesos del Pirineo. La familia de Rafel Jordana proviene de las montañas ilerdenses (de la zona de La Pobla de Segur), siendo sus suegros los que montaron el local hace casi 60 años bajo el nombre de Bodega Terra Alta. Cuando estos perecieron, en 1987, Rafel cogió el relevo, cambió el nombre y continuó con la excelencia. 30 años después, La Bodega d’en Rafel se ha convertido en un incunable, en punto de encuentro que ha encontrado la modernidad con su nueva clientela, la que ha forzado a que sea preferible reservar para comer o cenar, no así para vivir el bar entre horas, para radiar cultura barística.

Ayudará su larga barra o esas mesas sin padre ni madre que tanto se pueblan de vecinos de toda la vida como de jóvenes con barba cuidada y laptop en mano que Rafel ya mira sin desconfianza. “No tenemos ni Facebook ni Instagram; yo apenas tengo móvil desde hace un par de años y por sugerencia del médico…”. Así es Rafel. No sabrá de tecnologías pero sí de servicio en el bar. Poco más se puede pedir.

Ratafia dels Raiers



RATAFIA, EL JÄGERMEISTER CATALÁN

Donde antes había orujos y anís, ahora aparecen botellas y vasos de chupitos rellenos de ratafia. “Para acabar la cena, aquí todo el mundo la pide. Yo les explico que es el Jägermeister catalán”, un licor de aguardiente adobado. Aquí luce la botella. Es la Ratafia dels Raiers “y me la bajo de La Pobla de Segur. Me traigo el pueblo”, explica feliz Jordana. Es curioso acercarse por La Bodega d’en Rafel y simultanear en vista vasos dorados (cerveza) y morados (ratafía). Otro mix de bar eterno.

La Bodega d’en Rafel abre todos los días menos los domingos y cierra pronto. “Esto es un bar de día. Por las noches se debe descansar”. A las 12h de la noche, máximo, Rafel invita a salir a los últimos clientes. Compaginar y hacer ciudad. Sant Antoni se vive de día.

Manso, 52

Rafel Jordana y su libro de reservas